sábado, octubre 5, 2024

OTRAS INQUISICIONES; Los primeros alquimistas

Pablo Cabañas Díaz
Resulta  interesante descubrir, cuando acometemos un tema como el de la alquimia, el descubrir que esta era una práctica usual en los ambientes intelectuales, eclesiásticos y filosóficos de la Edad Media. Antes de los siglos XIV y el XV, se había convertido en un instrumento peligroso desde el punto de vista ideológico para la Iglesia. Cabe insistir que en la alquimia fue mucho más que una fórmula para encontrar la solución para transformar los minerales en oro. Desde el Siglo XIX, la alquimia fue considerada como precursora de la química moderna, enfoque que le  permitió, sacar a la luz un cúmulo de antiguas prácticas para la preparación de metales, colorantes y vidrio. La herencia de los alquimistas consistió en la fusión entre  la astrología y la medicina de su tiempo. Uno de los primeros alquimistas fue Roger Bacon, monje franciscano de Oxford. La alquimia, en esos años estaban autorizados por la Iglesia como un método para explorar y desarrollar la teología. Hacia finales del siglo XIII, la alquimia desarrolló un sistema de creencias. Sus adeptos creían en las teorías de Hermes Trimegistro figura quien consideraban el “padre de los filósofos” o “el tres veces grande”. Trimegistro tenía un triple atributo: la existencia, la sabiduría y la vida,  creía que los procesos  afectan a los minerales y a otras sustancias podían tener un efecto en el cuerpo humano. El papa Juan XXII publicó, a principios del año 1300, un edicto contra la alquimia, retiró a todos los miembros de la Iglesia de la práctica de este arte. La Alejandría del tardío Egipto fue probablemente el crisol en el que, junto a otras ciencias y artes cosmológicas, adquirió la alquimia la forma en que hoy la conocemos, aunque sin experimentar en ello transformaciones esenciales. Entonces, la alquimia debió de apropiarse ciertos motivos de leyendas griegas y asiáticas, lo cual no debe considerarse como un proceso arbitrario: la formación de una auténtica tradición se asemeja a la de un cristal que va asimilando partículas afines para incorporárselas de acuerdo con unas leyes unificadoras. En realidad, la alquimia puede ser definida como el arte de las transformaciones del alma. Con ello no pretendemos negar que la alquimia conozca y realice también operaciones metalúrgicas, como la limpieza y aleación de metales, con los procesos químicos correspondientes; pero su verdadera obra –s de orden práctico– era la transformación del alma.
A este respecto, el testimonio de los alquimistas es uná las primeras frases parece confirmar la interpretación externa de la alquimia, mientras que la segunda indica con toda claridad que el bien de que aquí se trata es puramente esiritual. En el ya mencionado “Libro de los siete capítulos” se dice: «Con ayuda de Dios omnipotente, esta piedra [filosofal] os librará y preservará de todas las enfermedades, por graves que sean, y os protegerá del dolor y las penalidades y de todo aquello que pueda dañar al cuerpo o al alma.”

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