Rajak B. Kadjieff / Moscú
*Es la palabra rusa más conocida.
*Sin duda, es bebida afamada y símbolo de Rusia.
*¿De dónde proviene tan añeja tradición?
*El gusto por ella no llegó con el socialismo.
*Se ingiere menos; pero todavía mucho.
*Hay demasiadas verdades y algunas mentiras.
La afición de los rusos por el vodka -bebida símbolo de Rusia- se menciona desde antes de que el país existiera como nación o Estado y, según crónicas del siglo XII, cuando el príncipe Vladímir eligió una religión para convertir a los paganos eslavos y averiguó que el islam prohibía el consumo del alcohol, rechazó la idea de obligar a la Rus a servir a Alá.
“En Rusia existe la alegría de beber: no podemos vivir sin esto”, afirmó el príncipe Smirnoff, creador de los cimientos de lo que el país iba a ser en los siglos subsecuentes, convirtiéndolo en un territorio que hoy abarca la sexta parte de la Tierra, volviendo la palabra vodka en la más conocida de un idioma glorificado por Alexander Pushkin y Lev Tólstoi.
Sin embargo, lo que los rusos consumían entonces no era vodka, sino vino y una bebida fuerte elaborada a base de miel y futas silvestres, dicen los historiadores, quienes recuerdan que esa bebida apareció en Rusia no antes del siglo XVI y rápidamente se volvió uno de sus símbolos.
El escritor Venedikt Eroféiev recomendó con ironía en su poema Moscú-Petushkí marcar la frontera entre Europa y Rusia según el consumo de alcohol: “A un lado hablan ruso y beben más, al otro lado beben menos y no hablan ruso…”.
En cuanto a genética e historia, la doctora en biología, Svetlana Borínskaya, afirma que una de las razones para que los rusos beban tanto tiene que ver con la genética: el organismo de los rusos y de otros europeos transforma lentamente el alcohol en el acetaldehido tóxico, lo que provoca efectos desagradables.
En el caso de los japoneses y el sake, su proceso de destilación se desarrolla mucho más rápidamente, por eso ellos, en general, no pueden beber demasiado alcohol. “No es que los genes obliguen a los rusos a emborracharse; pero sí que les permiten beber mucho”, comenta Borínskaya.
Otras razones tienen que ver con las medidas que adoptaba el Estado para controlar el consumo de alcohol, y en ese sentido, el historiador Alexander Pidzhakov escribe que en los siglos XVI-XVII los zares introdujeron el sistema de tabernas o kabaks en ruso.
Sus propietarios tenían que pagar un impuesto fijo al Estado independientemente de lo que hubiesen vendido, norma que obligaba a los dueños de las tabernas a vender más alcohol, mientras el régimen imperial recibía grandes ganancias.
De ese modo, por la venta de alcohol los ciudadanos poco a poco se acostumbraron a beber: “Está demostrado que el gobierno acostumbraba a los rusos a ir a la taberna de forma sistemática”, establece Pidzhakov.
Con el tiempo las autoridades zaristas entendieron el peligro que corría el país entero, y curiosamente, a finales del siglo XIX y a principios del XX, cuando aparecieron las primeras manifestaciones políticas en contra de la autocracia, surgió el “movimiento de los sobrios”.
En agosto de 1914, cuando empezó la Primera Guerra Mundial con la entrada de Inglaterra y Francia en el conflicto, Nicolás II prohibió completamente el consumo de alcohol, proscripción que los bolcheviques mantuvieron hasta 1923, un año después de la fundación de la Unión Soviética.
Posteriormente el Estado soviético anunció varias campañas antialcohólica, consideradas menos duras que las que ejecutó Mijaíl Gorbachov entre 1985 y 1990, lustro en el cual la venta se redujo a cinco horas diarias, disparándose los precios.
En la actualidad los rusos siguen bebiendo aunque el consumo se ha reducido, según los datos disponibles en los últimos cinco años, en que un informe de la Organización Mundial de Salud (OMS) señalaba que el consumo medio en Rusia se situaba en torno a los 15,1 litros de alcohol por persona al año.
Rusia ocupó entonces el cuarto puesto en la escala mundial, solamente por detrás de Bielorrusia (17,5 litros), Moldavia (16,8 litros) y Lituania (15,4 litros).
Según datos de Rospotrebnadzor -el Servicio Federal de Control de los Derechos del Consumidor-, el promedio del consumo se estimó en más de diez litros de alcohol puro por persona, y aunque la cifra exacta no se menciona, esta es inferior a los quince litros.
“Viendo las cifras, los rusos han empezado a beber menos”, señaló a finales de 2016 el especialista en vinos Antón Obrézchikov, en un texto publicado en la revista Afisha, considerada la más seria en la materia.
Los editores de Rospotrebnadzor están de acuerdo con el experto: “El consumo del alcohol ha bajado desde 2009”, y por otro lado, la institución recuerda los datos de la OMS: si se consumen más de ocho litros de alcohol por persona al año, es perjudicial para la salud, proponiéndose la idea de crear un diccionario del vodka -y del alcohol en general- para mostrar las dimensiones del su consumo.