Fernando Irala
Con la reunión y el acuerdo del Consejo Nacional de Morena se ha puesto en marcha la fase culminante del proceso de sucesión presidencial.
No son todavía los tiempos marcados por la ley, y en el partido en el poder lo saben.
Pero también han aprendido, desde hace mucho tiempo, a darle la vuelta a los términos legales, de acuerdo con la vieja tesis china: gobernar es renombrar.
Así, se han puesto de acuerdo, no para elegir un candidato presidencial. O sí, pero por lo pronto tendrá otro nombre, se llamará “coordinador de la defensa de la transformación”. Meses más tarde, cuando la ley lo permita, ese coordinador se convertirá en su candidato, sin mayor trámite.
De esta forma se han adelantado los tiempos en las elecciones de gobiernos estatales, sin que la autoridad electoral lo haya impedido, y así lo aplicarán ahora.
Cuatro son los nominados por el partido en el poder, los que el Presidente de la República ha denominado sus corcholatas, y a ellos se sumarán dos más, uno por cada uno de los partidos aliados, para sumar un total de seis, entre quienes se elegirá mediante una encuesta aplicada simultáneamente por varias empresas especializadas.
Es muy pronto para saber si el Presidente ha realizado, como ya dijo algún columnista de sus allegados, una jugada maestra para resolver su sucesión.
Ello dependerá de que las cosas se lleven conforme al plan y sin contratiempos. Pero ya desde ahora por lo menos uno de los contrincantes ha reclamado que los acuerdos previos para llegar al Consejo no se respetaron. Y es un hecho sabido que en Morena se pelean contra todo mundo, pero en primer lugar entre ellos.
Por lo pronto, tendremos un gabinete diezmado que tendrá que recomponerse en los próximos días, y luego veremos una campaña que tampoco se llama campaña, sino recorridos por todo el país, para posicionar a los candidatos que no son candidatos.
En un plazo breve, tres meses exactos, tendremos los resultados del ejercicio y sabremos si a Morena le salieron bien sus proyectos.
Sí así ocurre, ese joven partido habrá pasado su primera prueba y probablemente ganará de nuevo, sin problemas, la elección presidencial.
De no ser así, si ocurren fracturas y divisiones, los sueños de trascendencia de la 4T estarán en serio peligro.