Teresa Gil
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El peso cambia de tono y según el Presidente de la República, navega en los mejores ríos del mundo. Antes, resultaba irónico que ante la caída del peso, el dólar fuera el que nos salvara. Y no es porque nuestros vecinos del norte sean generosos: los dólares llegaban y están llegando con las remesas de los migrantes. De hecho aún nos salvan.
Y es ironía también, que uno de los sectores más vilipendiados, a los que los gobiernos expulsaron a ese destino, sea el salvador en parte de nuestra economía y nos convierta en mantenidos a los más de 130 millones de mexicanos.
Los arribos económicos han aumentado en este sexenio, pese a que la situación migrante se ha vigilado para que no haya expulsión y se trata de paliar en el interior con programas de desarrollo. El problema es amplio y tiene que ver con la estructura dejada en el país, además de que el deseo de muchos es de lanzarse en busca de sueños que no siempre se obtienen. El fenómeno de las divisas se está viendo en muchos países, incluso del llamado primer mundo, ante políticas nefastas, gobiernos ineptos y el derroche oficial que absorbe cualquier presupuesto.
Son esos gobiernos que sueltan a sus connacionales a su suerte, abandonados ya en el interior de su patria, a sufrir vejámenes, agresiones diversas e incluso la muerte.
Pero eso sí, muy giritos reciben la lana que éstos mandan y se fortifican y declaran y se les ve sonrientes, gastando lo que ellos no acuñaron, ni ganaron.
¿CUAL FUE EL IMPACTO ECONÓMICO DE LAS DIVISAS EN PASADOS SEXENIOS?
¿Qué se hizo en México en el pasado sexenio, con los efectos de los millones de divisas que llegaron al país e impactaron la economía?, ¿cubrir las letras del lujoso avión de Los Pinos, mantener a la troupe inútil que acompañaba en los viajes al exterior o pagar el costoso viaje del papa para endulzar los vaivenes electorales en aquel PRI de 2016?
Los millones de migrantes que viven en otros países en realidad están enviando parte de sus vidas en esas remesas y pagan mal con bien sin que a cambio obtengan sino un recibimiento demagógico cuando en fechas señaladas regresan a un país.
En el caso pasado en México, malgastar el dinero que tanto esfuerzo costó, fue duplicar el agravio que se les hizo al correrlos. Era hora, entonces, de que los ciudadanos conscientes le hubieran seguido la pista al efecto de ese dinero. No lo hicieron y muchos de esos dólares quizá engruesan las cuentas de los tres ex presidentes que viven en España.
EL OTRO LADO DEL DÓLAR, TERRIBLE ATRACCIÓN PARA EL MIGRANTE
El otro lado del dólar se llama la exitosa novela de Ross Macdonald, el escritor estadounidense-canadiense que completó con ella la trilogía que integraron El caso Dalton y La mirada del adiós. MacDonald, cuyo verdadero nombre era Kenneth Millar, es uno de esos grandes escritores a los que se equipara con la triada de la novela negra, Dashiel Hammett, Raymond Chandler y James M. Cain y para algunos, su prosa se pone al nivel de la de Chandler por su frescura y contundencia.
Tomó el seudónimo de Ross Macdonald porque su esposa Margaret Millar ya publicaba con su apellido. Yo recuerdo las novelas de los dos, muy copiosas en personajes y situaciones, algunos aparentemente inverosímiles, pero que si se vieran en el contexto actual encajarían como anillo al dedo. En El otro lado del dólar (Ediciones Orbis S.A, 1984) hay muertes misteriosas, secuestros, hospitales psiquiátricos, personajes extraños que surgen del pasado, episodios que embonan con personajes cotidianos. Fue escrita en 1965.Y es el detective de Ross, Lew Archer, el que se enfrenta a toda la ambición que genera la riqueza, celos incluidos. Archer surgió en las pluma de Macdonald que escribía desde 1944, en 1946 y de ahí hasta 1949; le dedicó 18 de sus novelas y en algunas posteriores lo menciona. Obras excelentes pero que no pueden desterrar la herencia que dejó la novela policíaca clásica que se observa en la que comentamos por ejemplo: el recinto cerrado, en este caso el de una familia poderosa, que se disputa la pertenencia de un hijo. Macdonald que era un académico egresado de universidad, murió en Santa Barbara en 1983, de alzheimer.