2 de octubre: la memoria que arde y no perdona

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Por Patricia Retana

CIUDAD DE MÉXICO.- El 2 de octubre no se conmemora… se grita. A 57 años de la masacre de Tlatelolco, la movilización de este 2025 volvió a teñir de rojo y negro las calles de la Ciudad de México. Miles marcharon de la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo capitalino bajo la consigna que nunca muere: “2 de octubre no se olvida”.

El trasfondo sigue siendo brutal: aquella noche de 1968, el Estado mexicano desplegó al Ejército y al Batallón Olimpia en la llamada Operación Galeana. El saldo fue una masacre de estudiantes, obreros y familias enteras. Los archivos oficiales aún están incompletos, los perpetradores jamás enfrentaron la justicia y la impunidad se convirtió en política de Estado.
Voces históricas en el presente

Lejos de los enfrentamiento que ya estan reportados por todos los medios, en el mitin de este año, Félix Hernández Gamundi, sobreviviente del 68, no titubeó: calificó la masacre como un genocidio y recordó que la lucha del movimiento estudiantil es inseparable de otras heridas abiertas: Ayotzinapa, Tlatlaya, Aguas Blancas. “La memoria de Tlatelolco es la misma que hoy exige justicia en Gaza”, dijo frente a miles.

El Comité 68 Pro Libertades Democráticas insistió en que la marcha no es un ritual: es una acusación permanente contra un Estado que sigue sin responder. En el Zócalo, exigieron verdad y justicia no solo por 1968, sino también por la Guerra Sucia, las desapariciones forzadas actuales y la defensa de los pueblos originarios.

Las consignas se mezclaron con nombres y fechas: “Somos nietos del 68, hermanos de los 43” se escuchó entre pancartas con los rostros de los normalistas de Ayotzinapa, cuyo caso sigue siendo un agujero negro de impunidad a once años de su desaparición.

El fondo real de la movilización

El 2 de octubre es la memoria encarnada en las calles. Es recordar que las estudiantes encarceladas en Santa Martha Acatitla en 1968 como Roberta Avendaño y Ana Ignacia Rodríguez “La Nacha”, quienes pagaron con su libertad el haber alzado la voz. Es entender que el poder militar, representado por figuras como Luis Gutiérrez Oropeza, sigue sin rendir cuentas. Y es reconocer que México carga con un legado de represión que atraviesa generaciones.

En 2025, el grito sigue vigente porque las heridas no se han cerrado. La marcha de este año no fue de nuevo una denuncia, detrás del fuego y los atracos de otros grupos, debería permanecer la exigencia que no cambia después de cinco decadas: memoria, verdad y justicia.
AM.MX/fm

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