sábado, diciembre 21, 2024

SENDERO POLÍTICO: Patria antes que partido

José Cruz Delgado

 

 

Si bien la Expropiación Petrolera puede ser considerada el cenit de las conquistas del pueblo mexicano en términos de su soberanía y su significación revolucionaria, ésta no puede ser desprendida de la serie de transformaciones que emprendió el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río y que están enmarcadas dentro de lo que se denomina el proyecto nacionalista.

Aislada de la concepción más amplia de la visión de desarrollo que el General Cárdenas instrumentó durante su mandato, la medida adoptada por su gobierno al expropiar los bienes de las compañías petroleras en 1938, pierde buena parte de su trascendencia histórica. Y es que la recuperación de la rectoría del estado mexicano sobre el petróleo y de otros recursos naturales, era una condición indispensable para la detonación del proyecto cardenista.

En contrapartida, la concepción que ha gobernado al país desde hace tres décadas, ha acariciado la posibilidad de revertir la lógica nacionalista que prevalecía antes de la reforma energética en el marco jurídico que regía el sector, para imponer la racionalidad del mercado en esta actividad productiva estratégica, que aunado a la rentabilidad que sigue arrojando en territorio nacional, forma parte de un diseño de viabilidad del régimen capitalista a nivel mundial.

Por ello es que una verdadera oposición a esta concepción neoliberal que ha sido forjada desde el extranjero por los organismos internacionales, debe ser integral y con el mismo grado de complejidad que la situación que pretende atender. Aquí, el amplio espectro de medidas y de políticas públicas que detonó el cardenismo, siguen representando un parámetro importante para oponerse al modelo actual, aunque esto no signifique que debiesen ser extrapoladas al dedillo a la realidad actual.

Sin embargo, la pobreza del debate en la vida pública del país sigue siendo una limitante de las fuerzas opositoras al régimen neoliberal. La agenda de la izquierda, único espectro político que podría trazar una ruta de ofensiva contra el establishment, se ha acotado a lo mucho a reivindicaciones gremiales, cuando no ha caído a la simple disputa electoral en una lógica de disputa pragmática por cotos de poder político.

Con contadas excepciones, priva en los posicionamientos de las organizaciones y partidos progresistas, un debate en el que se anteponen las poses personalísimas, los egos y los protagonismos; y en el que las supuestas “diferencias ideológicas” que prevalecen entre los mismos, no son planteadas con claridad, escondiendo así el verdadero origen político de la disputa.

Eso que Lenin calificaría como “el infantilismo izquierdista” es el síndrome que cunde en el país entre algunos “líderes” enanos que saltan al ruedo de la disputa electoral, perdiendo de vista el proyecto de país y la táctica con la que las fuerzas progresistas deben asaltar el poder. En medio de ésta debilidad, los promotores y beneficiarios de la actual condición en la que se encuentra el país, se regodean.

Por ello es que desde hace tiempo el ejemplo del cardenismo, que ha dado su máxima muestra de capacidad creativa y de tesón estratégico en la expropiación petrolera, significa la guía para la construcción de un proyecto político que triunfe en la consecución de sus objetivos.

Los sacrificios que demanda la actual coyuntura del país a las organizaciones de corte progresista son elevados, pero quizá el menor de ellos pudiera ser el del protagonismo gremial o personal. Abandonando esa posición infantil, se entenderá que la Patria es antes que el partido.

Twitter: @hrangel_v

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