Luis Alberto García / Moscú
*Llegaron a la URSS en 1937, por la Guerra Civil española.
*Nicolás Rodríguez, amigo de la juventud, relata sus vidas en Moscú.
*Vivieron a Odessa, en territorio de Ucrania, junto con otros niños.
Nicolás Rodríguez nació en Bilbao en 1928, y es uno de los tres mil niños españoles originarios de las regiones en poder de los republicanos que, durante la Guerra Civil (1939-39), fueron enviados a la Unión Soviética, en un exilio que obligó a sus padres a separarse de ellos para evitarles el sufrimiento del conflicto y, posteriormente, las represalias del bando vencedor que encabezó Francisco Franco.
Don Nicolás tiene una vitalidad notable y una memoria que le permite relatar la historia de algunos “Niños de Rusia” –como se les llamó en España- que, de manera sorprendente y sin que se conociera de sus hazañas, desarrollaron brillantes carreras en la mejor época del futbol soviético.
Con dos de ellos, Ruperto Sagasti y Agustín Gómez, los más afamados, Nicolás mantuvo una más que fraterna amistad: Sagasti fue un extremo derecho que se convirtió en símbolo e ídolo del Spartak de Moscú y en el futbol de la antigua Unión Soviética.
Primero fue jugador y luego entrenador y profesor en la escuela de Ciencias del Deporte de Moscú, donde impartió cátedras teóricas y prácticas de futbol, luego de una niñez en la que Ruperto y Nicolás estuvieron en la misma casa de refugiados en Odessa, de 1937 a 1941.
Para ambos era un paraíso y los acogieron bien, y Nicolás recuerda que había un campo de futbol y Ruperto, por supuesto, destacaba en los partidos que se disputaban contra el resto de los chicos que vivían otras casas de refugiados.
Cuando los alemanes penetraron por Ucrania en 1941, los españolitos corrían peligro y los evacuaron acabándose el paraíso de Odessa, separándolos, y a Nico se lo llevaron cerca del río Volga, a Saratov; pero se encontró con Ruperto en Moscú, cuando él ya era un jugador famoso del Spartak.
Junto a un pequeño museo que él ha montado en el Centro Español de Moscú (CEM), aún se reúne con otros niños que sobrevivieron a la Gran Guerra Patria –como llaman los rusos al conflicto bélico que los enfrentó a los invasores alemanes- que aún viven y, mientras festeja el gusto de comer una tortilla española, Nicolás muestra viejos recortes de prensa de Ruperto Sagasti y Agustín Gómez.
Hasta que murió en 2008, Ruperto no dejó de ir al CEM a jugar cartas, sin dejar de trabajar hasta el último momento para el Spartak, uno de los grandes equipos de la capital, junto con el CSKA, el Dínamo, el Torpedo y el Lokomótiv.
Veteranos aficionados de esos clubes tan famosos en el país, recuerdan que algunos “Niños de Rusia” llegaron al estrellato futbolístico de la Unión Soviética, y ofrecen su homenaje los jovencitos que murieron en defensa de una nación agredida que, literalmente, se levantó de sus cenizas, sin olvidarlos.
Con la desintegración de la Unión Soviética en 1991, y desde el inicio de la Perestroika bajo la presidencia de Mijail Gorbachov, Ruperto Sagasti fue determinante para la contratación de los primeros jugadores rusos transferidos al futbol español, e incluso fue invitado por el Athletic de Bilbao para formar parte de su plantilla técnica.
Antes de 1975, de visita en España, el dictador golpista de 1936 impidió que jugara en el Athletic, y no fue sino hasta casi finalizar el siglo XX que llevó al Sevilla nada menos que al portero Rinat Dasaev, tres veces mundialista.
Ruperto era el traductor en esas contrataciones, y a la Real Sociedad de San Sebastián le recomendó fichar a Valery Karpin, y debe mencionarse a Iñaki Urkijo, quien en esa apertura del mercado ruso hacia la Liga española, ese vasco participó activamente como representante y apoderado legal de Sagasti.
Nicolás Rodríguez dice que la vida fue injusta con Ruperto, y que es una pena que el régimen dictatorial de Franco le impidiera contratarse en el Athletic, los leones de San Mamés, y en un ámbito tan convulso como el futbol, él era noble y reflexivo, buena persona, inteligente, con muchos conocimientos.
Llamaba a Rodríguez cada vez que descubría algún futbolista juvenil talentoso y, sin exagerar, cuenta que Urkijo realizó más de cien viajes a Moscú, Kiev, Tbilisi y otras capitales importantes de la Unión Soviética.
De los clubes de esas ciudades –recuerda don Nicolás- salieron los traspasos de Zigmantovich, Popov, Radchenko. Bestchastnyk, Faisulin y Shustikov al Racing de Santander; Galiamin, Moj, Kutnetsov y Korneeiev al Espanyol de Barcelona; Cheryshev, Ledhiakov y Nikiforov al Sporting de Gijón; y Pisarev que fue al Merida.
A Denis Cheryshev -hijo del Cheryshev llevado por Sagasti al Sporting , jugador a quien el Real Madrid adquirió y nunca alineó, actual artillero del Villarreal, anotador de dos de los goles con los que Rusia derrotó (5-0) a Arabia Saudita en el encuentro inaugural, el 14 de junio de 2018 de la XXI Copa del Mundo en Rusia en el estadio Luzhnikí de Moscú-, Urkijo lo conoció de pequeño.
Con un buen paso, que agrada a la vieja guardia de futbolistas de épocas pasadas, lo mismo que a los nacidos y formados en el apogeo de la Unión Soviética como potencia deportiva, el actual equipo ruso empezó a cobrar dividendos, especialmente al dejar fuera del torneo mundialista a España, derrotándola (4-3) en series de tiros penales.
Uno de esos cuatro goles lo anotó Denis Cheryshev –sumando tres en su cuenta personal, con el par que hizo a los árabes en los minutos 43 y 91 del juego del 14 de junio-, cuando los rusos se mostraron rotundos, emocionando a su afición, el entrar el jugador del Villarreal en sustitución de Alan Dzagoev.
Recién instalado en la cancha, Denis recibió un pase filtrado de Roman Zobnin, rematando desde un costado para poner 2-0 el marcador y, ya para concluir el choque, Cheryshev hizo su doblete, para que Alexander Golovin concluyera la faena a los sauditas.
Fue a los cuatro minutos de compensación, haciendo recordar a su padre, aquel artillero adquirido por el Sporting de Gijón gracias a Ruperto Sagasti, que, dicho con admiración, si fue un luminoso profeta en su tierra de adopción.