Teresa Gil
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Si a las palabras se las lleva el viento, se necesitaría un vendaval para barrer -con nuestros millones invertidos en propaganda electoral-, las ofertas que están haciendo los políticos en las campañas. Y si los hechos son amores, la sabiduría popular a veces da traspiés, con algunos que evidencian la miseria de la gente y sus verdaderas intenciones. El caso del expulsado priista Humberto Moreira al buscar otro partido para protegerse, es un ejemplo. Como lo son también las muchas visitas oficiales al Estado de México, para dar apoyo social en plena campaña. Agarrado de propuestas muy antiguas, que son legítimas, el también priísta Alfredo del Mazo le da vuelo a la demagogia proponiendo la llamada pensión rosa, en un estado en el que mínimo debe de haber más de 4 millones de amas de casa. Se obtiene el voto y después ya veremos. Grupos de mujeres han propuesto desde hace décadas la pensión a las amas de casa, que en este momento con la llamada pensión de viudez deja en estado de indefensión a millones de mujeres que no tienen marido -solo de madres solteras hay más de 5 millones-, o cuyos esposos no tendrán pensión en un país en donde más del 70 por ciento no llegará a tenerla. La pensión de viudez ha evidenciado su iniquidad, mas cuando se da a las viudas de los presidentes y otros políticos, que obtienen un presupuesto oficial, de por vida, por una simple relación civil. Situación que se extiende al hecho de gozar de muchos privilegios por el solo hecho de ser la esposa de un político y que en el caso contrario sería el hombre. Esto último es lo que anda buscando Felipe Calderón al apoyar a su mujer para la presidencia. Tratándose de palabras, los políticos se exhiben no solo en su demagogia sino en su ignorancia y mas en su pequeñez humana. Vemos esto último con el ya mencionado Calderón, agrediendo a una mujer, Delfina Gómez, candidata de Morena y en lo otro, en las mentiras que le han sorprendido a del Mazo, por su desconocimiento de lo que pasa en su estado. En el caso de Delfina, a los agravios en su contra del ex presidente, se han sumado mujeres del PRI, encabezadas por una mujer que ha dado pocas muestras de congruencia como Claudia Ruiz Massieu secretaria general priista, hija del político asesinado Francisco Ruiz Massieu. A sus diatribas se añade el palabrerío que desgrana a diario el dirigente del PRI nacional Enrique Ochoa Reza, obsesionado con el nombre de López Obrador. Por fortuna hay palabras que el viento no se lleva. Son las de los grandes poetas y escritores que quedan ahí, plasmadas, para que las generaciones se nutran de su contenido. En su cuento Solo vine a hablar por teléfono (Doce cuentos peregrinos, Altaya 1995), el Nobel Gabriel García Márquez, relata el caso de una mujer que nunca puede comunicarse para decir que fue confinada en un psiquiátrico por error y que no está loca. Es el cuento que fue tema del filme María de mi corazón (1979). Una mujer, María de la Luz Cervantes, que vive con un mago, queda varada en la carretera al descomponerse su carro cuando se dirige a Barcelona a reunirse con el hombre. La situación la obliga a buscar un teléfono y denunciar el percance. Un camión lleno de muchas mujeres la recoge y como se duerme por el balanceo, despierta cuando el camión está entrando a una enorme instalación en la que descubre, muchas objeciones después, que es un centro psiquiátrico y que nadie cree su historia. Pasará el tiempo y terminará adaptándose al lugar como en esas narraciones inverosímiles que plagaban la literatura del colombiano y que contenían tiempo después de Cien años de soledad, la razón mágica de su realismo. Muchos hablan de más y otros no pueden hacerlo, cuando realmente lo necesitan.