jueves, abril 18, 2024

LIBROS DE AYER Y HOY: El drama de las víctimas

Teresa Gil

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

La gran mayoría de los mexicanos somos víctimas de una u otra manera, pero hay un sector que cada día se amplia más, que es víctima directa del daño público y delincuencial. A estos son a los que se pretende  proteger con  la Ley  General de Víctimas y las leyes de víctimas de los estados. Un caso interesante, el sustratum diría, del libro La toma de Zacatecas, de Jaime Enríquez Félix (Conaculta,  junio 2014) es el hincapié que hace el autor en las víctimas -todo un  pueblo- de la guerra, en ese contexto, la histórica batalla que ganó Pancho Villa contra el traidor Victoriano Huerta. Ahora se habla de víctimas invisibles, pero siempre lo fueron. En esa largas batallas que son narradas por poetas y escritores, las víctimas se integran al escenario geográfico y se pierden en cifras, mientras los personajes principales son exaltados y perviven en la historia. Herodoto debe de haber mencionado a millones de muertos ahogados al caer de frágiles barcarolas y trirremes o al ascender montañas nevadas o de hambre o de epidemias. En las miles de batallas que se han  librado en México ha faltado un  Homero que describiera a un  ocus podas, como aquel mítico semidiós Aquiles, el ser más rápido de los helenos. Y contara uno a uno, los muertos que iban cayendo. Ahora, la nota periodística  sintetiza en cifras el número de muertos diarios por la violencia y salvo que se trate de un personaje, un ser especial o el miembro de un gremio violentado, los nombres no se dan. Ser víctima por alguien que ha sido víctima- ejecutado, como los más de 80 mil que se cuentan oficialmente en el sexenio de Peña Nieto-, es ser alguien marcado por la tragedia, que tiene que vivir el drama de la cotidianidad cargando un peso. A esos, -hijos, esposas, familiares diversos-, que suelen llamarse parte lesionada, se les hinca el diente en la burocracia, por la desatención, la desconfianza y el olvido. Así están los familiares de los más de 30 mil desaparecidos, de los enterrados en fosas clandestinas, de los agredidos por causa de la trata y los feminicidios; en su mayoría hay niños que en los cánones suelen ser considerados víctimas directas por el trauma que sufren. Un terrible problema que  se agudiza, porque lo que lo produce no se aborda a fondo. La batalla de Zacatecas salió a la luz pública el 23 de junio de 2014, fecha en la que se celebró el centenario del enfrentamiento que para muchos fue una batalla decisiva para la Revolución. Es un libro breve, de 47 páginas, que se presenta como suplemento cultural, pero que condensa de una manera armónica los avatares de aquella lucha, los mitos y leyendas que surgieron y las anécdotas personales en las que el autor desgrana casos que vivió posteriormente. Sin abrumar, relata la llegada de Pancho Villa con su numerosa división a un sitio montañoso como Zacatecas, donde ya lo esperaba el también mítico militar, poeta y escritor, Felipe Ángeles. Antes que ellos, ya estaban apostados los federales comandados por Victoriano Huerta. La lucha es de apoteosis, de tragedia y de drama. Más de diez mil muertos en solo seis horas, un campo plagado de cadáveres y soldados oficiales que huyen despavoridos. Enríquez Félix se da tiempo para hablar de su abuelo Chilo el villista, de Juana Gallo el personaje querendón que cobraba un  peso por brindar sus amores, de María Félix que la representó en el cine y de un  cacique controvertido que hizo algunas cosas de bienestar, como el cantante Antonio Aguilar. Aparte están los corridos, entre los que destacaban los que ponían pinto a Argumedo el general huertista, venganza propia de los pueblos agredidos. Pero lo que resalta y siempre está presente, es la situación de víctima en la que quedó la ciudad de Zacatecas, con miles de cadáveres sin combustible para quemarlos, epidemias, pobreza, hambre y destrucción total. “Tardó Zacatecas- dice el autor- más de 50 años en levantarse” ¿Cuántos años tardará esa víctima directa y total que se llama México?

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