martes, marzo 19, 2024

LA COSTUMBRE DEL PODER: Solalinde el indiscreto

Gregorio Ortega Molina

* Richelieu y Mazarino procedieron a fortalecer la presencia del monarca, ¿cuál es la verdadera tarea de Alejandro Solalinde?

Religión y política coinciden en sus deseos de control de fieles y gobernados. Los prelados aspiran a administrar los sentimientos a través de la purificación del espíritu de los fieles, mientras los administradores públicos, los líderes sociales se proponen controlar la razón de los gobernados para gozar a su gusto del poder y los bienes del Estado, de la riqueza producida por el trabajo de los causantes.

     En ambos casos el éxito depende de la discreción, de esa secrecía que las mujeres y hombres de poder (espiritual o terrenal) deben profesar para acceder a los escalones superiores de la jerarquía. Pienso en el sueño de Jacob, su lucha con el ángel del Señor y la escalera de ascenso al infinito.

     ¿Deben los prelados cabalgar en el ámbito del poder político? Richelieu y Mazarino fueron purpurados de inmenso poder sobre monarcas y súbditos. El caso de José María Morelos y Pavón es diferente. A pesar de su mundanidad, de su voluntariosa necesidad de acercarse a las debilidades humanas, él fue el verdadero siervo de la nación por encima de las veleidades de Miguel Hidalgo.

     Me desconcierta que Alejandro Solalinde, que tiene la imagen de una sólida cultura y de una consolidada fe, se comporte con indiscreción y muestre, o aspire a mostrar que también puede ser un hombre de poder a pesar de haber rechazado -dijo él- la presidencia de la CNDH. Actúa como si violara el secreto de confesión.

     Jacobo García le hace una entrevista para El País, en cuya entrada se lee: “No tiene cargo definido en el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero el padre Alejandro Solalinde reconoce que en los últimos días ha llamado a tres futuros ministros para corregir alguna de sus declaraciones. El religioso, de 73 años, que ha pasado media vida atendiendo migrantes camino a EE UU es uno de los hombres que habla al oído del presidente electo de México, quien tomará posesión el 1 de diciembre.

     “Desde esta cartera sin competencias definidas habla de los zapatistas, de quienes dice están manipulados; señala que un movimiento armado estaba preparado en el país en caso de fraude electoral y hace sus propuestas migratorias en plena crisis con Estados Unidos. Son las diez de la noche de un lluvioso viernes y al terminar la entrevista con EL PAÍS un alto cargo de Morena, el partido de López Obrador, espera para hablar con el religioso. Desde aquí, Solalinde pone en contacto dos mundos, el político y el social, que rara vez se tocan. El nuevo poder en la sombra se ejerce desde un convento en la colonia San Rafael de la capital mexicana”.

     ¿Era necesario enterarnos de esta función política y de poder? ¿Fue prudente hacer público su ascendiente en AMLO? Solalinde cede a la vanidad, a esa sensación que confiere saberse por encima de unos cuantos y, además, tener la autoridad moral para reconvenirlos, como si de verdad fueran a escucharlo y a poner en práctica su pretendida orientación política.

     Richelieu y Mazarino procedieron a fortalecer la presencia del monarca, ¿cuál es la verdadera tarea de Alejandro Solalinde?

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