* Hoy, en la ciudad, matan, secuestran, violan o desaparecen por quítame estas pajas o por extorsión: o pagas con dinero o rindes cuentas con tu vida. Las historias se repiten sin cesar, y sabemos o intuimos que la sociedad conoce un mínimo porcentaje de lo que realmente ocurre
Gregorio Ortega Molina
El primer contacto de los mexicanos de a pie con la autoridad son los policías de crucero, los que están en el metro o en las estaciones de metrobús, en las tapos y los aeropuertos, a las puertas de las sucursales bancarias y como elementos de seguridad en los grandes almacenes; esos guardianes del orden se han empeñado en demostrar que lo mismo son héroes que ayudan, que villanos que tuercen vidas y extorsionan.
Son espejo fiel del comportamiento de los administradores del Estado. Cuando las diversas policías sean absolutamente respetables y respetadas, los gobiernos quedarán acreditados como buenos, eficientes y honrados. La hondura de la honestidad es otro asunto.
Moverse a pie en la Ciudad de México, o ser usuario del transporte público, es acercarse a una realidad que -sólo los que se aferran a los tubos de asientos y pasamanos para no caer, o los que hacen cola y se mojan con agua de lluvia y resisten el acoso sexual a mujeres y hombres, o el robo de celulares o del dinero para el chivo de la semana, o la chamarra y los zapatos, y sienten las banquetas y el arroyo en la piel- los gobernantes desconocen, sobre todo porque el ámbito social de hoy es totalmente distinto al que disfrutaron o padecieron durante su adolescencia.
Pronto el peatón percibe que hay colonias con mayor y mejor protección policiaca que otras, que hay estaciones del metro que son una trampa, como la Auditorio, u otras en las que si el colorido subterráneo seduce -Tacubaya-, es harto probable que pesques una infección en los ojos, la piel o de vías respiratorias, porque es tal el número de pasajeros que hacen transferencia, que el contacto humano es casi inevitable, a pesar de la amenaza de ser acusado de depredador(a) sexual o de raterillo de poca monta.
Hoy, en la ciudad, matan, secuestran, violan o desaparecen por quítame estas pajas o por extorsión: o pagas con dinero o rindes cuentas con tu vida. Las historias se repiten sin cesar, y sabemos o intuimos que la sociedad conoce un mínimo porcentaje de lo que realmente ocurre a esos mexicanos que salen a trabajar o a estudiar con el Jesús en lo boca, o a esos delincuentes que se dedican a cumplir con la tarea asignada, o a esos policías que quieren, necesitan cumplir y ser buenos, pero que a lo hora de la verdad o comparando el salario recibido con lo que les espera en casa, pues tuercen y se tuercen, para juntar para el chivo.
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