Gregorio Ortega Molina
*Los propósitos y buenos deseos del nuevo gobierno van a velocidad de crucero, pero permanecen asuntos pendientes que es necesario cerrar, para no dejar expedientes abiertos y, así, dar el primer paso en el camino del desengaño
Quienes gobernaron desde el 1° de diciembre de 1982, los barones del dinero y los propietarios de la delincuencia organizada, desordenaron las instituciones de la República y disminuyeron, con intenciones entreguistas, el tamaño y el poder del Estado. No lo es fallido, pero sí disminuido, muy disminuido.
Si este nuevo gobierno que encabezará AMLO logra poner orden, santo y bueno. Los dichos populares tienen mucho de sabiduría: “a río revuelto ganancia de pescadores”. El desorden propiciado en las instituciones favoreció la corrupción y habilitó las terribles consecuencias de la impunidad. Debido a los corrimientos del poder, resulta que ahora hay demasiados generales que buscan mermar para sus tropas, lo mismo empresarias que obreras, delincuenciales que burocráticas. Todos quieren meter mano al cajón de los recursos fiscales, a los moches, a las condonaciones impositivas, a los descuentos, al pago de la venta de los jirones de patria que todavía son propiedad del Estado, de los mexicanos.
AMLO se sentará en la silla del águila e intentará gobernar en una República cuyas instituciones están deshilvanadas, pero parece estar decidido a poner orden, aunque su titubeante actitud desde el 1° de julio por la noche me suscita inquietudes. Una persona llamada a decidir sobre el destino de 120 millones de ciudadanos no tiene derecho a dudar. ¿Seguridad personal sí o no? Me resulta una minucia para distraernos de lo fundamental. ¿Cárcel a los corruptos, sí o no?
La nota informativa del 4 de julio último motiva mi optimismo: “En una reunión de cuatro horas con los integrantes de su equipo, López Obrador explicó que se definieron 35 prioridades, entre éstas una central: lograr la pacificación del país.
“Los gabinetes son: gobierno, relaciones exteriores y seguridad; hacienda y desarrollo económico; desarrollo social; y comunicaciones, obras públicas y energía; estos cuatro grupos, con los colaboradores que ya ha anunciado, se van a hacer cargo de la elaboración de los proyectos de gobierno”.
Allí se manifiesta una voluntad de, primero, poner orden, para después ejercer el oficio de gobernar, pues de lo contrario las muchas manos continuarán entorpeciendo el destino de la República y facilitando las traiciones a la patria. Días después habló de la modernización de las refinerías existentes y la construcción de dos más, y nadie chistó, lo que desmiente la torpe mentira que facilitó el desmantelamiento de Pemex.
Los propósitos y buenos deseos del nuevo gobierno van a velocidad de crucero, pero permanecen asuntos pendientes que es necesario cerrar, para no dejar expedientes abiertos y, así, dar el primer paso en el camino del desengaño: sin amnistía para los delincuentes, pero tampoco puede concedérsele a los corruptos, a los que hay que someter a las exigencias de la justicia por encima de la ley.
Alienta también la presencia de Olga Sánchez Cordero, tal como me lo hizo saber su ex colega Genaro David Góngora Pimentel cuando le pregunté su opinión sobre ella.