Gregorio Ortega Molina
*Los mexicanos vivimos en un continuo descontento. La dignidad está al borde del precipicio o dejó de existir. La violencia modificó conductas y referentes éticos y morales; las desapariciones y las fosas clandestinas implosionaron la confianza en las instituciones de procuración y administración de justicia
A Genaro David Góngora Pimentel,
cuya opinión propició este texto
El hecho de que en la próxima legislatura haya quedado establecida una casi paridad de género, es indicativo de cómo el oficio del poder empieza a modificarse. También es buena señal el que nombres de diversas mujeres se mencionen para integrar el gabinete presidencial, entre ellas Olga Sánchez Cordero. En cuanto al Poder Judicial, bueno, esconden los pantalones debajo de la toga. Su misoginia es casi absoluta.
Escriben en las columnas políticas que la señora y abogada Sánchez Cordero será la secretaria encargada del despacho de la gobernabilidad, lo que no debe azorar ni alertar a los misóginos. En diversas naciones han sido y son mujeres las responsables de la defensa nacional, lo que no es ni más ni menos difícil que hacerse responsable de asegurar la paz interna, la seguridad nacional, la gobernanza, aunque para ello se requieran virtudes y actitudes que modifican el estado anímico y la conciencia de quienes ejercen esa responsabilidad, precisamente por la toma de decisiones.
Para operar en los entresijos del poder real, que lo es el de la gobernabilidad, las mujeres conocen mejor el secreto de saber esperar y tener paciencia para asegurarse el éxito. A fin de cuentas eso es lo que ejemplifica el manto que Penélope teje y desteje para controlar las ansias de sus pretendientes a su tálamo, pero sobre todo al trono de su marido que tarda en regresar. La astucia por encima de la fuerza.
Los mexicanos vivimos, desde hace varios sexenios, en un continuo descontento. La dignidad está al borde del precipicio o dejó de existir. La violencia modificó conductas y referentes éticos y morales; las desapariciones y las fosas clandestinas implosionaron la confianza en las instituciones de procuración y administración de justicia, mientras reaparece la necedad de reconstruir el presidencialismo conceptuado y edificado por Plutarco Elías Calles, después perfeccionado por Lázaro Cárdenas del Río. Es en este contexto que la inteligencia y la mano de una mujer puede recomponer, sin mucho perjuicio a los derechos humanos, esa gobernabilidad perdida.
Escribe Stefan Zweig, para María Estuardo, que “la razón y la política raras veces transitan por el mismo camino: quizá el dramatismo de la Historia Universal surja siempre de las posibilidades desperdiciadas”; esto es precisamente lo que AMLO no puede permitirse, prestar oído a los misóginos y recalcitrantes partidarios del viejo régimen, y hacer a un lado la oportunidad de que sea con la participación de las mujeres como se reinicie el reordenamiento de la República y sus instituciones, pues con sólo eso: poner orden, es como transitaría a su nicho en la historia.
Si efectivamente se hace realidad el nombramiento de Olga Sánchez Cordero como secretaria de la gobernación, de la gobernabilidad, de la seguridad nacional, de la paz interna, se dará un paso hacia la transformación interna de la ética y la moral del oficio del poder, que es por donde se inicia el combate a la corrupción. Sin embargo, todo puede torcerse en el camino.