Gregorio Ortega Molina
*¿A dónde nos conduce el vacío de poder en materia de procuración y administración de justicia? ¿A dónde la corrupción y la impunidad a las que, por lo pronto, la sociedad rechaza con el linchamiento en las redes sociales y en el escarnio verbal en fiestas y tertulias, pero todavía sin consecuencias?
El número de linchamientos crece geométricamente en territorio nacional. Sucede en las ciudades y poblaciones que parecían ajenas al virus de la violencia; resulta que fueron dejadas de la mano de Dios… y de las autoridades de procuración de justicia.
En esta actitud de la sociedad hay matices. Linchar no siempre lleva a la muerte del sujeto castigado por enardecida muchedumbre, como todavía ocurre con las víctimas de las cabezadas rapadas y los rescoldos del KKK.
Aquí se les hace escarnio, se les exhibe en cueros, se les muestra crucificados, se les golpea con saña y… sí, en no pocas ocasiones los matan. ¿Por qué? ¿Es sólo vacío de poder?
Lo cierto es que quienes acuden a esas horribles fiestas del desahogo, no nada más se dedican a escarmentar a quienes delinquen porque los pescan en flagrancia, tal como lo exige la nueva ley, también se solazan en el escarnio del linchado, pero sobre todo en la manera en que se exhibe la ausencia de gobierno que los preserve de los abusos de los delincuentes.
Aquí y ahora el linchamiento no es sólo para “avisar” a los permanentes y futuros delincuentes. Va más allá, adquiere otra dimensión cuando se hace justicia por propia mano, y cuando las detenciones pueden realizarse gracias a los videos de las cámaras de seguridad, porque entre los vecinos que se unen para castigar públicamente a quienes lesionan su seguridad, está viva la consigna de Fuente Ovejuna. Nadie delata, y los psiquiatras y sociólogos pueden muy bien explicarnos esa actitud y la manera en que perjudica la relación gobierno-pueblo.
¿Qué piensan de su gobierno quienes participan en un linchamiento? ¿Muestran empatía con la autoridad, o con los que se asocian, con los que se hacen cómplices, para dar satisfacción a un mandato constitucional que las autoridades de todos los niveles se muestran incapaces de cumplir?
¿Puede transitarse del linchamiento a la organización vecinal para, de manera distinta a la electoral, sancionar al gobierno y/o sustituirlo? ¿Contribuye a crear las condiciones que facilitan el estado de ánimo para la asonada, la rebelión, la formación de grupos armados?
¿A dónde nos conduce el vacío de poder en materia de procuración y administración de justicia? ¿A dónde la corrupción y la impunidad a las que, por lo pronto, la sociedad rechaza con el linchamiento en las redes sociales y en el escarnio verbal en fiestas y tertulias, pero todavía sin consecuencias?
Los tres niveles de gobierno juegan con fuego, y parece no importarles quemarse las manos. La consecuencia puede ser el incendio social, y un linchamiento general llamado rebelión. Por favor, modifiquen su actitud, porque el rencor es mayor de lo que creen.
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