viernes, abril 19, 2024

ENTRESEMANA: La terca historia

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

No cabe duda que, con Andrés Manuel López Obrador, el PRI se posiciona en una nueva era, ésta en la que no desaparece ni se aleja del poder ni arría influencias.

Ésta nueva era, cuando se cumple un ciclo de la terca historia, que arrancó en esos días trágicos cuando la larga mano de los intereses que mueven la cuna en México y desde los sótanos del poder, en 1994, instruyó el asesinato de Luis Donaldo Colosio y fabricó una “guerrilla”, a la par que construía un mesías como El Niño Fidencio, valga la comparación, para arrastrar voluntades y determinar destinos como el gran César.

En esos tiempos cuando se avistaba el fin del partido aplanadora consecuencia de los arrebatos y disputas por el poder que provocaron una profunda reforma política, Bartlett fue un personaje de importante influencia, en aquellos días de la diáspora priista prohijada por el Frente Democrático Nacional, que devino de la Corriente Crítica impulsada por Rodolfo González Guevara y a la que se sumaron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y otros importantes cuadros tricolores en rebelión contra el entonces presidente Miguel de la Madrid y el líder priista Jorge de la Vega Domínguez.

Bartlett aspirante a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario Institucional, aunque se quedó atrás de dos personajes como el doctor Sergio García Ramírez y, por supuesto, Carlos Salinas de Gortari, a quien hoy denuncia y descalifica y evidencia en esos tratos palaciegos cuando le ofreció dejar la SEP e irse a Francia pero pidió, ¡vaya sacrificio!, ser gobernador de Puebla.

Insistió en ser candidato presidencial en 1999 pero Francisco Labastida Ochoa le ganó la nominación y, bueno, en el año 2006 le jugó las contra a Roberto Madrazo, entonces candidato del PRI a la Presidencia y pidió votar a favor de Andrés Manuel López Obrador, a quien conocía desde aquellos años de inicio de los 80 cuando fue secretario General del PRI, amén de coordinador de campaña de Miguel de la Madrid, en tanto el tabasqueño hacía su tarea priista.

Hoy, mire usted cómo reaccionan quienes enhiestan una defensa oficiosa y hasta bizarra del senador Manuel Bartlett Díaz, asumiéndolo un personaje presuntamente redimido y que desde la tribuna senatorial expió culpas y se convirtió en adalid de las huestes contrarias a la reforma energética y defensor de la industria eléctrica, aunque hoy dice que dicha enmienda está funcionando y no buscará revertirla.

Hoy, el senador Bartlett reacciona con la misma impunidad que lo ha hecho desde la tribuna en el Senado con acusaciones como ésa de que quienes lo critican obedecen a intereses contrarios a su nuevo status de “izquierda” e integrante del que será gabinete presidencial de Andrés Manuel López Obrador.

Y, en el extremo, en entrevista con Carmen Aristegui –acaso en busca de que una audiencia sectorizada lo exima y le dé algo más que el beneficio de la duda—asegura que es un mito eso de la caída del sistema, en 1988, cuando se fraguó el triunfo electoral de Carlos Salinas de Gortari. Y acusa un acuerdo de éste con Diego Fernández de Cevallos, cuando él, Bartlett, era el influyente y todo poderoso secretario de Gobernación y presidía la Comisión Federal Electoral que, cierto, no calificaba la elección porque ésta era competencia del Colegio Electoral en que se erigía la Cámara de Diputados.

Por eso, no puede salir hoy con la baladronada de que no tuvo nada que ver en ese asunto. ¿Por qué no denunció ese acuerdo en esos días?

Bueno, la respuesta la aportó en sus declaraciones a la señora Aristegui, porque fue secretario de Educación Pública, por cierto peleado con la maestra Elba Esther Gordillo Morales en esos días con un creciente poder como lideresa del magisterio, pleito que dio al traste con una pretendida reforma educativa, y luego, ¡vaya castigo!, dice que lo corrió Carlos Salinas, pero lo mandó a gobernar al estado de Puebla.

Y, vaya, vaya, refiere que Carlos Salinas lo corrió de la SEP porque no tenía acomodo para Ernesto Zedillo, ¿cuál era la intención?, preguntaría al informadísimo, sin duda, senador Bartlett.

Además, a toro pasado, “consideró que la elección de 1988 es fundamental porque “entra Salinas (a la Presidencia) y pone de patas para arriba a México”. Asume complicidad, sin duda, porque fue beneficiario de esa Presidencia.

Y, expía un pecado del que fue parte, pero se pone a salvo y asegura que “el origen de la corrupción que tenemos hoy en México se llama Salinas de Gortari”. ¿Por qué hasta hoy, don Manuel?

Para los defensores del senador Bartlett es recomendable que lean o escuchen esa entrevista que le hizo doña Carmen Aristegui. No tiene desperdicio, ilumina espacios y revela entrelíneas.

Dice que Cuauhtémoc Cárdenas nunca lo ha culpado de operar el fraude y que “es mi amigo”, además, enfatiza, “cuando me hacen a mí candidato para ser senador, Cuauhtémoc dice que le parece muy bien que Bartlett sea senador para que defienda el sector energético como lo ha hecho… Yo no tengo pleitos con él, ni él conmigo. (A Clouthier) nunca lo traté, nunca hablé con él. Él fue uno de los tres candidatos y quedó en tercer lugar, y está esa historia de que él quería seguir peleando pero no lo dejan”, añadió.

En fin, reitero que Bartlett no es una hermana de la caridad y que genera suspicacias el que López Obrador lo haya designado como el próximo director de la Comisión Federal de Electricidad.

Que Bartlett haya pedido al priismo que, en 2006, votaran por López Obrador y no por Roberto Madrazo, es una factura pero no del tamaño como para enderezar una defensa que implica desencuentros incluso con cuadros de Morena, no sólo con doña Tatiana Clouthier.

El poderoso e influyente secretario de Gobernación que fue, aspirante presidencial, secretario de Educación Pública, gobernador, senador y, en fin, un personaje que tiene algo más que una libreta de apuntes para escribir sus memorias, sabe tanto de lo ocurrido en esos tiempos en que se fraguó, desde el entonces Departamento del Distrito Federal –y en ello participó Marcelo Ebrard–, la construcción de un líder con arraigo entre el creciente número de pobres olvidados y usados por el sistema que se ha vuelto a tropezar mas no está en riesgo de extinción. El Niño Fidencio hacía milagros y… La terca historia. Digo.

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