jueves, abril 18, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: ¿Puede cupido FLECHAR al AMOR con la RAZÓN?

Mónica Herranz*

 

Pensamos en el 14 de Febrero, día de San Valentín, y rápidamente imaginamos a una feliz pareja completamente enamorada y, si se es soltero en busca de pareja, suele llegar esta apreciación con una ola de cierta nostalgia y algo de envidia, acompañada de pensamientos como ¿por qué yo no tengo pareja? ¿por qué Cupido es tan ca$!%&ón conmigo? ¿qué me falta? ¿qué me sobra? ¿qué es lo que pasa? Y un montón de preguntas más, que a veces pueden volverse laberínticas y no llevarnos a una respuesta en concreto. Pero… ¿Nos hemos preguntado quien es Cupido y por qué lo hacemos responsable de nuestros quehaceres amorosos?

 

Además de ser ese pequeño diablillo que se entretiene en jugar con el corazón de unos y otros, Cupido es, en la mitología romana, el dios del deseo amoroso, hijo de Venus (Afrodita), diosa del amor, la belleza y la fertilidad y de Marte (Ares), el dios de la guerra -miren que ya es curioso de quién es hijo-.  La mitología cuenta que Cupido nació en Chipre, como su madre, quien tuvo que esconderlo en los bosques y dejar que fuera amamantado por fieras que sólo con él eran piadosas. Júpiter, padre de Venus, pretendía matar al niño al nacer temiendo el daño que la criatura podría hacer al universo. Sin embargo, el destino permitió que Cupido se mantuviera a salvo. Creció hermoso como su madre y audaz como su padre, aunque incapaz de guiarse por la razón, tal como las criaturas que lo amamantaron. La leyenda cuenta que usaba flechas con punta de oro para conceder amor y flechas con punta de plomo cuando provocaba olvido, ambas dirigidas directo al corazón. Un día, Venus (Afrodita),  contemplando la hermosura perfecta y las virtudes de Psique, llena de envidia, envió a su hijo Cupido a flecharla para que se enamorara del hombre más feo y vil, y el resultado fue que Cupido terminó enamorándose de Psique. Algunas versiones apuntan a que con sólo mirarla quedó profundamente prendado de ella y otras cuentan que al irla a flechar, Cupido se pinchó accidentalmente con la punta de su flecha, quedando así enamorado de ella.  Y se preguntarán, ¿para qué nos cuenta toda esta historia? Bueno, porque muchos de los conflictos del corazón (Cupido) tienen que ver con la mente (Psique), y porque a través de la relación de este par, entendemos y/o justificamos muchas de nuestras acciones con respecto al amor y en ese sentido voy a compartirles también este pequeño cuento, cuya autoría entiendo  es de Mario Benedetti.

 

EL AMOR Y LA LOCURA

 

Cuentan que una vez, se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura (Psique) les propuso jugar a las escondidas.

La intriga levantó la ceja y la curiosidad, sin poder mantenerse preguntó ¿escondidas?. El entusiasmo danzó, seguido de la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda y a la apatía, que nunca se interesaban por nada.

1,2,3.. comenzó a contar la locura, la primera en esconderse, fue la pereza, que como siempre cayó detrás de la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió detrás de la sombra del triunfo, que por propio esfuerzo había conseguido llegar a la copa más alta del árbol.

La generosidad casi no logra esconderse, porque cada lugar que encontraba le parecía bueno para alguno de sus amigos, si era un lago cristalino, ideal para la belleza, si era la copa del árbol, perfecta para la timidez, si era una ráfaga de viento, magnífica para la libertad, así es que terminó escondiéndose en un rayo de sol. El egoísmo encontró un lugar bueno desde el principio, ventilado, cómodo, pero solo para él. La mentira se escondió detrás del arco iris y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.

Cuando la locura terminaba de contar, el amor (Cupido) todavía no había encontrado lugar para esconderse, pues todos estaban ya ocupados, hasta que encontró un rosal y cariñosamente decidió esconderse entre sus flores.

Concluyó la locura y comenzó la búsqueda. La primera en aparecer fue la pereza apenas a tres pasos de una piedra. Sintió vibrar a la pasión y al deseo en los volcanes. En un descuido encontró a la envidia y claro, pudo deducir donde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite que era en verdad un nido de avispas. De tanto caminar la locura sintió sed y al aproximarse a un lago descubrió a la belleza.

La duda fue más fácil de encontrar, estaba sentada sobre un cerro sin decidir dónde esconderse y así iba encontrándolos a todos, al talento entre la hierba fresca, a la angustia en una cueva oscura, pero el amor no aparecía por ningún lugar, la locura lo busco detrás de cada árbol, debajo de cada roca del planeta y encima de las montañas.

Cuando estaba a punto de darse por vencida, encontró un rosal y comenzó a mover sus ramas con energía, entonces escuchó un grito doloroso, había herido al amor en los ojos con las espinas del rosal. La locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rezó, imploró, pidió perdón y prometió ser su guía para siempre, es por eso que desde entonces el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

 

Es curioso cómo, ya sea a través de la mitología griega, la romana o a través de un cuento, de una manera u otra, el amor y la razón o la sin razón, siempre van de la mano. ¿Y de qué nos sirve conocer la historia de Cupido o el cuento de El amor y la Locura? Por un lado para satisfacer nuestra parte romántica y por otro, y menos romántico, para darnos cuenta de que por ser leyenda,  mito o  cuento esto  no los convierte en responsables únicos y absolutos de nuestra vida amorosa. Es hermoso pensar en un pequeño alado con su arco y su flecha, claro, si nos ha ido bien en el amor, si no, no es tan hermoso. Es lindo también leer un cuento que explica  por qué el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña, tiene ese toque bohemio, pero luego resulta que no es tan fácil pensar en por qué nos pasa lo que nos pasa en el amor, por qué tenemos la pareja que tenemos o por qué no la tenemos. No es tan fácil pensar en que somos nosotros y no Cupido, quienes hacemos nuestras elecciones de pareja y aún más allá, suele pasar que no nos damos cuenta de que para  que haya una buena elección de pareja debe haber primero un “buen” amor propio, entendiendo amor propio como aquella consideración y estima que una persona siente por sí misma y por la cual espera ser considerado y estimado por los demás. Si no nos queremos a nosotros mismos y no confundamos esto con un egoísmo malentendido, si no nos respetamos, cuidamos, valoramos, apreciamos, ¿cómo vamos a poder hacerlo con los demás? O ¿cómo esperamos que los demás lo hagan con nosotros? ¿cómo quiero que me quieran si ni yo me quiero? Así pasa que luego andamos por la vida dando o recibiendo amores llenos vacío, amores apresurados o resquebrajados.

No es en una pareja en donde vamos a encontrar el amor propio, es única y exclusivamente en nosotros mismos. Para encontrarlo se requiere  valor, coraje, fortaleza, por que habremos de mirar hacia nuestras  carencias para poder sanarlas. Amarse a uno mismo, para poder amar y ser amado.

Dicho todo esto, sea cual sea su estado civil o amoroso, sea cual sea su preferencia para percibir al amor, que puede ir desde la más romántica hasta la más realista, este próximo día de San Valentín, ámese, quiérase, consiéntase, respétese, acéptese y si hay algo que no le permita hacerlo, apóyese en sus amigos y familiares, que el amor no sólo es entre parejas, y la amistad y los lazos familiares también  se sirven de él y si esto no es suficiente acuda con un profesional, que si hay algo que un psicoanalista sabe bien,

como diría Julia Kristeva, es que todas las historias terminan hablando de amor.

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

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