viernes, abril 19, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Maternidad y arrepentimiento

Por Mónica Herranz*

Me siento débil y cansada, más que cansada, me siento francamente agotada, es más, a veces siento que no puedo más, he llegado a pensar que en otra vida, si es que la hay, no quisiera tener hijos. Se suponía que habrían de llenarme de felicidad, de momentos gratos dignos de retratar y enmarcar, pero en mi caso siento que ha habido más momentos de padecimiento que de alegrías, y no digo que no las haya habido, pero han sido más bien contadas. Con el primero no tuve dudas y aunque la experiencia no fue tal cual lo esperado, aun así, me animé con el segundo. Esperaba, quería que fuera diferente, pero todo fue más o menos igual, eso de entrada ya me generó enojo y algo de desilusión, porque hice todo lo que estuvo en mis manos para que fuera distinto. Recé, hice yoga premamá, escuché mantras de sanación y salud, me atendí físicamente, cuidé mi alimentación, visualicé la experiencia tal cual quería que fuera y no salió del todo bien. Así que se lo dije con toda franqueza a la persona con la que charlaba, ¿de verdad quieres tener hijos? Desde mi experiencia te digo, y mira que los deseaba, que a veces siento que me arrepiento y, ¿sabes cuál es el problema de arrepentirse? que los hijos no se pueden devolver. No es como ir a comprar zapatos y decir, esta talla no me viene bien, ¿me devuelve el dinero o me los cambia por otro modelo?  Se imagina si pudiera ir con la cigüeña y decirle, oye no, esto no es lo que yo te pedí o esto no es lo que yo deseaba, lo quería más alto o güero o moreno o que no estuviera enfermo, lo quería con un carácter más afable o la quería más tranquila o menos rebelde o más obediente, y así podría haber una larga lista de etcéteras. Pero no, eso no se puede.

 

La cuestión es que me siento fatal, ¿cómo puedo ser una buena madre o cómo puedo tan si quiera pensar en que lo soy, cuando a la par estoy teniendo este tipo de pensamientos de arrepentimiento respecto de mi maternidad? ¡Cualquiera que me escuchara me tacharía inmediatamente de madre desnaturalizada por decir lo menos! Por eso no se lo cuento a nadie. Hablar de los aspectos que no son tan “lindos” sobre la maternidad es un tema que no se toca. ¿Ha oído a alguna mamá diciendo abiertamente en un grupo de mamás “me arrepiento de haberlos tenido”? Y no, no es que yo sea el único bicho raro en este planeta al que le pasan esas cosas por la cabeza, es que es un tema del que no se suele hablar, es un tabú.

Desde pequeñas nos han enseñado que la maternidad es algo grandioso, y aunque en momentos difíciles como ahora puedo plantearme que a lo mejor fue un error, también he de reconocer que tiene un lado hermoso. Mis preguntas más bien son, ¿por qué normalmente se habla de ese lado hermoso y casi no se habla de lo difícil que puede llegar a ser?, ¿es que acaso todas las mujeres debemos por naturaleza saber cómo ser buenas madres?, ¿y si me equivoco?, ¿y si no lo soy? ¡Nadie que sea buena madre se arrepiente por haber tenido hijos!

 

Si me atreviera a plantear estas preguntas en un grupo de madres, quizá las respuestas más comunes serían que el instinto nos guía, que si tengo dudas en cuanto nazca mi bebé sabré que hacer, que tener hijos jamás será una equivocación, que son la mayor bendición que se puede tener en la vida, pero ninguna dirá, aunque lo piense, que ella ha pensado lo mismo al menos en alguna ocasión. Y yo seguramente pensaría que nunca hubiera podido imaginar que mis mayores bendiciones estuvieran acompañadas de tantas complicaciones.

 

Se suponía que debía gustarme mi rol de madre, que a través de ello encontraría la realización y la plenitud, pero en este momento en particular no encuentro ni esa plenitud ni esa realización, más bien lo que encuentro en este momento es cansancio. Cansancio, frustración, enojo, desazón y envidia, ¡si! envidia y como dirían por ahí, ni de la buena ni de la mala, sino de la única que hay. ¿Qué de qué o de quién siento envidia? Pues fácil, de las mujeres que aún no tienen hijos, es más, de las que no están casadas, ni tienen hijos, y pueden hacer de su vida lo que se les antoje. No tienen que preocuparse de la comida o de las tareas, ni tienen que hablar todo el tiempo de pañales, popó, pipí y biberones para ser tomadas en cuenta o para que les aplaudan lo buenas que son. Porque esa es otra, pareciera que la maternidad viene acompañada del abandono de pláticas adultas para concentrarse en temas como mocos, babas y vómitos, pero de eso hablaré en otra ocasión. Volviendo al tema de la envidia, ¿sabe las ganas que me darían de levantarme un día a las once de la mañana para con toda calma prepararme un café, desayunar y meterme a la regadera sin que nadie me esté apurando, persiguiendo o diciéndome mamá esto, mamá aquello?. Y bueno, si de la vida laboral se tratara, la misma envidia me da. Quizá podría estar ahora mismo ganando un excelente sueldo que me permitiera lujos y comodidades que ahora no tengo, y cuando veo a otras mujeres que eso es lo que tienen, una vida sin hijos, más cómoda, más independiente, sí, abiertamente reconozco que he llegado a sentir envidia. Y es que, desde mi cansancio y mi hartazgo, a veces pienso que la vida de ellas ha de ser maravillosa, llena de alegrías y felicidad, placeres y delicias.

 

Lo que no me había detenido a pensar hasta hace poco es, así como siento yo envidia de ellas, ¿no sentirán ellas a veces envidia de mi? Frente a esta idea volví a sentirme culpable, tal vez yo estoy sintiendo arrepentimiento por que tuve dos hijos cuando hay quien los desea con todo el corazón, con el alma y el ser y no los puede tener.

 

Y entonces me asaltó otra pregunta, si se supone, o nos han enseñado a creer que la realización y la plenitud las encuentra una mujer al ser madre, ¿qué pasa con quienes no lo pueden ser o con quienes deciden libremente no serlo?, ¿no llegan nunca a la plenitud?, ¿no encuentran la realización?.

 

Más allá de eso, lo que siento ahora es que cuando quedas embarazada nadie te dice la verdad, quizá si lo hicieran, nos lo pensaríamos más. Todo mundo te felicita, pero nadie te dice, vendrán noches de insomnio, en el mejor de los casos, porque en el peor, vendrán días de hospital, días en vela, días acariciando a tu bebe a través de un guante de látex, días de desesperación y llanto, días en los que sientas que pierdes la fe, días de cirugía y curaciones, días de llanto y de dolor. ¡No!, a mi nadie me preparó para eso y quizá por eso aquí estoy, debatiéndome entre si debo sentirme agradecida por tener la posibilidad de haber sido madre o dejar que el arrepentimiento se apodere de mí y además me llene de culpa por tener semejantes pensamientos. Y es que, aunque me arrepintiera, ¿qué voy a hacer? ¿irlos a dejar a la puerta de una iglesia?

 

Lo peor de todo esto es que siento que no puedo hablarlo con franqueza, no al menos con mi entorno más cercano, siento que me juzgarán y me criticarán, que no me entenderán. He tratado en alguna ocasión de plantear el tema, así como quien no quiere la cosa, pero rápidamente me dicen que pienso así porque estoy cansada, que se me pasará… y la duda que me mata doctora, lo que me mortifica y me quita el sueño, aquello que no me deja dormir, y por lo que estoy hoy aquí, es ¿Y si no se me pasa? …

 

Compárenos en comentarios, desde tu vivencia, desde tu experiencia, ¿qué le dirías a esta mamá?

 

* Mónica Herranz

Piscología clínica / Psicoanálisis

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