viernes, abril 19, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: El lado B de la lactancia

*Mónica Herranz

Tras nueve meses de espera, el pequeño bebé ahora está en brazos de mamá y de ella deberá alimentarse. Muchas mujeres describirían el proceso de lactancia como una de las experiencias más maravillosas y gratificantes que se puedan experimentar, y no se pone en duda. Sin embargo, ¿qué pasa cuando no es así?

Óptimamente el bebé al nacer debería succionar y la mamá debería de tener leche, en el mejor de los casos así es y pronto el bebé se pega al pecho para poderse alimentar. La cuestión es que no siempre se presenta esta situación óptima y hay mamás que la pasan de mal a muy mal por este motivo.

En los últimos años, la lactancia materna ha tenido un repunte, pero todo en exceso es inadecuado y la idealización por la lactancia no es la excepción.

Es cierto que la lactancia materna genera y estrecha un vínculo emocional entre madre e hijo, pero que no pueda haber lactancia por la situación que sea, o que dure menos de lo indicado o esperado no quiere decir que este vínculo no se vaya a generar o no se vaya a estrechar, porque no es sólo de dónde provenga el alimento lo que cuenta, sino la manera en la que se lleva a cabo la alimentación. Puede haber una mamá que dé pecho a su hijo, pero por ejemplo que no lo mire al hacerlo o que no le hable, digamos una mamá afectivamente poco conectada, así como puede haber una mamá que alimente a su bebé con fórmula y lo haga con una profunda afectividad. Ambos factores son importantes.

Es cierto también que la leche materna es considerada como el mejor alimento que puede recibir un bebé recién nacido, pero esto no quiere decir que las necesidades del bebé no puedan quedar cubiertas de otra manera. Pensemos ahora en el caso de una mamá que ha producido poca leche o que por algún motivo médico no pueda amamantar, esto no quiere decir que el bebé vaya a presentar necesariamente carencias o deficiencias en el desarrollo. Es un bebé que no pudo ser amamantado pero no por ello mal alimentado o mal nutrido. De modo que si no hay alguna cuestión médica de por medio, un recién nacido, o un bebé en etapa de lactar, saldrá adelante ya sea con pecho ya sea con fórmula. Y ahora la pregunta fundamental ¿Por qué los problemas que puedan presentarse en la lactancia repercuten en el ánimo de la mamá?

Primero está una cuestión personal – emocional. Generalmente se tienen ciertas expectativas respecto de la lactancia. La fantasía de la mayoría de las mujeres es que será un momento íntimo, de paz y calma, de goce entre su hij@ y ella y ¡zaz! De pronto resulta que no es así. En el caso de las mujeres que no han producido suficiente leche, o de que la lactancia ha durado poco, las mamás tienden a sentirse culpables, como mujeres que no son “suficientemente buenas” puesto que ni si quiera han generado la leche que su bebé necesita.

Cuando el bebé no succiona de forma adecuada, la mamá, además de preocuparse, se tiende a preguntar si algo anda mal con ella, con su alimentación, o con su pecho o con el sabor/aroma de su leche, que haga que el bebé no se esté pegando correctamente al pecho, lo que también le genera culpa.

Estos son un par de ejemplos, aunque puede haber un sin fin de situaciones más por las que un bebé no se alimente sólo del pecho materno. Ahora, como mencionaba anteriormente, está también la parte social. Muchas mujeres embarazadas conocerán a otras mujeres embarazadas al tiempo en el que ellas lo están, puesto que habrán acudido a un psicoprofiláctico o simplemente por cuestión generacional, las mujeres cercanas, amigas, primas, etc, estarán embarazándose y /o estará rodeada de otras mujeres que ya han sido madres, como la propia madre, las tías, cuñadas, etc. Y de pronto la flamante mamá se ve imbuida en un sinfin de comentarios y juicios que pueden hacerla sentir culpable respecto de si está siendo buena madre o no. Algunos de los comentarios que se escuchan en consulta de mujeres que han sido cuestionadas sobre la lactancia van en torno a  “¡¿ Cómo que no tienes leche?!, ¿pues qué hiciste para que se te fuera? Porque deberías tener”, “ ¡¿En serio le das fórmula a tu bebé desde los tres meses!? Seguro va a tener bajas las defensas”, “No es bueno que tan chiquit@ le hayas quitado el pecho”, “Mira a tu tía Lucha que tuvo seis hijos y a todos los amamantó ¿cómo tú no vas a poder con uno? . Y lo que generan este tipo de comentarios es que la mamá entre en un mundo de sentimientos encontrados respecto de si está haciendo bien o no y si está siendo buena mamá o no. Y entre que son peras o manzanas lo que está claro es que la mamá se siente enjuiciada y contrariada.

La idea de que un bebé no presente de manera inmediata el reflejo de succión, la de que a la mamá se le vaya la leche o no haya producido bastante, la de que la forma del pezón no colabore para alimentar al bebé, la idea de que un bebé no se pegue al pecho por suficiente tiempo, etc, son factores de los que no se suele hablar cuando se habla de la lactancia, sobre todo cuando se habla desde la idealización.

Ahora, hay un tema físico (en la mamá) respecto de la lactancia que tampoco entra en esta idea maravillosa y fabulosa que nos han contado sobre amamantar: Los pechos duelen, se irritan, los pezones se agrietan, dan comezón, pueden llegar a sangrar, el bebé no siempre vacía ambos pechos por igual, los pezones gotean, hay que hacer uso de un sacaleche. Alguna vez una escuché a una mujer hablar al respecto exclamando ¡De verdad me sentía como vaca!. Todos estos aspectos son casi sólo en torno a los pechos. Ahora, consideremos que después de la revolución hormonal tras el embarazo, el parto o cesárea, el cuerpo de la mamá está un poco cansado, la mamá ya no durmió muy bien durante la etapa final del embarazo por que ya no se acomodaba, etc. Y  ahora que el bebé ha llegado, la mamá deberá alimentarlo cada tres horas en promedio, es decir, esta mamá es una mujer que no duerme más de cuatro horas seguidas. En algunos casos la mamá deberá ocuparse de su bebé y nada más y en otros muchos más la mamá deberá de cuidar a otro u otros hijos, seguir con  las labores cotidianas del hogar o trabajar si es que es una mamá que lo hace ya sea por que debe o por que quiere hacerlo.

¿Y qué es lo que esto puede generar? No vamos a plantear que en todos los casos, pero sí en algunos, que la mamá se sienta enojada, frustrada, tensa, nerviosa, desesperada o irritable y que por ello tenga pensamientos o conductas por las que despés se sienta culpable. Pensemos por un momento en una mamá que tras una etapa de lactancia tiene ya los pezones como los describíamos hace unas líneas, agrietados, irritados, inflamados. Es posible que esta mamá quiera abandonar la lactancia o que por un instante no sienta deseos de alimentar a su bebé, pero no es por ser mala madre, es que tiene dolor.

Como decía al principio de esta nota, suelen hablarnos en torno a las bondades de la lactancia, pero poco se habla de los sentimientos hostiles que la mamá puede tener hacia sí misma o hacia su bebé cuando no se tiene una lactancia de cuento de hadas en donde todo es color de rosa. Social y culturalmente está “mal visto” que una mamá hable sobre tener un sentimiento hostil hacia su bebé, por lo que las mamás también hablan poco de ello, y mucho tiene que ver con el temor de no ser entendidas, comprendidas o de ser juzgadas como malas madres.

Bueno, pues tengo noticias, si eres una mamá que a veces se desespera con la lactancia, que ha sentido  ganas de gritarle a su bebé, que ha sentido ganas de llorar de frustración, si te has sentido incapaz de alimentar a tu bebé, si en algún momento has llegado a pensar “¿para qué  chin*#*os me embaracé?”… ¡Respira! eres mamá y se vale también tener este tipo de sentimientos o pensamientos sobre tu bebé. Esto no quiere decir que no lo quieras o que seas una mala madre, quiere decir que estás cansada, irritada, frustrada, por que te contaron una historia sobre la lactancia y a ti te tocó otra versión, ni mejor ni peor, sólo otra versión.

Si se está del otro lado, si eres el papá, algún familiar o amig@, trata de no juzgar. Cuando una mujer no da pecho a su bebé o lo ha dejado de hacer antes que otras mujeres, o lo hace por más tiempo o diferente que otras mujeres, alguna razón habrá para ello. Cuando una mujer siente frustración, culpa, agotamiento físico y tiene algún sentimiento o pensamiento hostil hacia el babé hay que ponerse en su lugar para entenderla, no sólo criticarla y juzgarla.

Por último respecto a lo social, en ocasiones pareciera que se trata de competencias: “Yo le di pecho a mi hijo por dos años y medio”, “¡Uy! Pues yo hasta los tres”, “¡¿Ah si?! Pues yo soy de la liga de la leche y le di 5 años”.” ¡¿no le diste pecho?! ¡ni siquiera un poquito?!. ¡Ojo! No son carreritas.

Todo en esta vida tiene al menos dos caras, y la lactancia no es la excepción, tiene el lado maravilloso y sensacional que nos han contados y tiene un lado B, del que poco se habla. Si no está resultando como esperabas, solicita apoyo, asesórate, pero sobre todo háblalo. ¡No por ser mamá eres sinónimo de perfección!

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

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