sábado, abril 20, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Gracias Fulano

*Mónica Herranz

Doctora, ¿recuerda que alguna vez le hablé de Fulano, mi ex? Pues volvió a aparecer. Ya hacía tiempo nos habíamos reencontrado en redes sociales, pero poco habíamos platicado, cada uno estaba casado y yo hasta lo borré, aunque luego lo volví a agregar. Habíamos compartido tanto… Yo tendría unos 20 y él alrededor de 26, andábamos, éramos felices y cuasi vivimos juntos y digo cuasi por que en teoría nadie lo sabía. Aparentemente él vivía en un lugar y yo en otro, pero no fue complicado coincidir y tener otra versión a ojos de los demás. Pasaron algunos meses y él se fue a vivir a otra ciudad y con ese cambio llegó el final de nuestra relación. A veces por terceros sabía de él, que estaba bien, trabajando, saliendo adelante. Yo mientras continué estudiando, cada quien hacía su vida. Un día por casualidad me enteré: Fulano se casó por que va a ser papá. ¡Vaya con Fulano! Que le vaya bien, pensé. En realidad Doctora, para ese entonces yo ya no lo amaba y genuinamente deseé que le fuera bien.

Algunos años después también me casé. Por aquellos entonces fue que contactamos por una red social, poca plática, ambos casados para qué conversar de más. No nos mandábamos mensajes, no teníamos contacto frecuente, pero tampoco nos borrábamos. Estábamos ahí sin estar, y así pasaron unos años más, hasta el otro día en que de pronto me saludó por esa famosa red social.

Yo estaba con Insomnio, como era habitual tras el divorcio, así que le contesté. Nos actualizamos rápidamente. Él tiene dos hijos y se está divorciado porque su esposa lo engañó, yo tengo una hija  y me estoy divorciado porque mi matrimonio no funcionó. En nuestras tristezas nos reímos.

De los mensajes pasamos a las charlas telefónicas, cada noche, por semanas, y finalmente una propuesta, ¿por qué no nos volvemos a ver?

Lo dudé por un momento, ¿en realidad era buena idea volver a ver a Fulano? Y frente a la duda accedí, total, ¿qué podía pasar que no hubiese pasado veinte años atrás?

Y ahí estaba Fulano esperándome a la salida de vuelos nacionales, en la ciudad intermedia que  elegimos para el reencuentro. ¡Habían pasado los años por él! Los desencantos de la vida no habían pasado en vano, sin embargo, se seguía viendo muy bien, eso sí, lo recordaba un poco más alto. ¿Qué habrá pensado él de mí doctora? ¿Habrá pensado lo mismo? ¿Qué los años habían hecho mella en mí?. Lo cierto es que cuando nos vimos nos abrazamos, y por un momento no éramos más que aquellos jóvenes que fuimos. En ese instante, y durante el fin de semana que compartimos, libres de todo, para bien y para mal.

Pasamos un fin de semana maravilloso, lleno de charla, recuerdos, nostalgia, champaña y pasión. Hablamos de nosotros, de nuestras vidas, de nuestros planes cumplidos y de nuestras ilusiones rotas.

En aquella habitación, al calor de las copas y de los cuerpos, fuimos dos almas heridas brindándose consuelo, reconstruyendo pedacitos de cada uno con cada abrazo y cada beso.

Aquel no fue un reencuentro cualquiera doctora. Si tuviera que describirlo en términos más gráficos diría que fue como la red que todo trapecista sabe que hay a sus pies.

El domingo sabíamos que teníamos que volver a la cruda realidad, nos despedimos con un abrazo y la promesa de guardar el secreto de nuestro reencuentro ya que nuestro grupo en común no lo entendería, así como no nos entendió veinte años atrás.

Ninguno de los dos fue el mismo después aquel reencuentro, ambos volvimos con la certeza de saber que entre nosotros no había amor, ni posibilidad de volver a estar juntos. Lo que dejó ese fin de semana fue otra certeza, la de saber que aunque cada quien siguiera su camino, podríamos contar el uno con el otro incondicionalmente.

Lo que algún día fue amor, se había convertido, había trascendido a un cariño especial. No somos amigos nada más, ni mucho amantes y sé, estoy segura de ello, que nunca volveremos a ser pareja.

Ahora es distinto, somos ese alguien a quien se puede acudir con seguridad, esa sombra, como diría Sabina, “que se tumba a tu lado en la alfombra, a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea”.

Ya ve Doctora, que dicen por ahí, que segundas partes nunca fueron buenas, aunque bueno, también dicen que donde hubo fuego cenizas quedan y que siempre hay una excepción que confirma la regla. Lo cierto es que las cenizas que se encontraron aquel fin de semana del reencuentro, no fueron las cenizas de nuestro amor, fueron las brasas de nuestras ilusiones rotas, las brasas del fin de nuestros matrimonios, las brasas de dos que querían querer y necesitaban ser queridos.

Fuimos consuelo y aliento el uno para el otro, fuimos tempestad y calma, aquel lugar a donde se llega y del que hay que partir, fuimos reencuentro y despedida, pero sobre todo, sobretodo doctora, fuimos refugio.

¿Qué qué pienso de todo esto? Como ya se nos acaba el tiempo, lo diré en dos palabras: Gracias Fulano.

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

Artículos relacionados