martes, marzo 19, 2024

Del gran día del Presidente a los mensajes teledirigidos

Francisco Medina / Especial AL Momento Noticias

CIUDAD DE MÉXICO, 1 de septiembre (AlmomentoMX).- Desde el inicio de México en la vida independiente, el informe presidencial se convirtió en parte sustancial de su historia; en el que se abordaron las más variadas temáticas. El informe presidencial pasó a ser un valioso testimonio de la historia nacional.

Todo se disponía para el informe del 1 de septiembre. Los cadetes del Heroico Colegio Militar, vistiendo uniforme de gala, escoltaban al presidente en el recorrido desde el Palacio Nacional hasta la Cámara de Diputados; la clase política, empresarial y militar vestía sus mejores galas para asistir al acto; en el interior del inmueble, no había más que elogios y aplausos para las palabras del Primer Magistrado

Las bases jurídicas del informe presidencial se remontan a la Constitución de 1824 que establecía, en su artículo 120, que los responsables de cada secretaría de Estado, y no el presidente, estaban obligados a dar cuenta de la situación en la que se encontraba su respectivo ramo.

Por su parte, el artículo 63 de la Constitución de 1857 decía textualmente: “A la apertura de sesiones del Congreso asistirá el presidente de la Unión y pronunciará un discurso en que manifieste el estado que guarda el país. El Presidente del Congreso contestará en términos generales”. Dicha norma pasó prácticamente intacta al artículo 69 de la Carta Magna de 1917, con la salvedad de que el informe tendría que ser por escrito.

Con la llegada de Porfirio Díaz al poder se inició una nueva etapa en el país bajo la divisa de orden y progreso. Como encargado del Poder Ejecutivo, Díaz se presentó ante el Congreso el 1 de abril de 1877 para anunciar que comenzaba la época de la reconstrucción constitucional, esto es que, bajo el amparo de la ley suprema, se afirmaría la paz y se protegerían bajo su “benéfico influjo” todos los intereses legítimos con el propósito de desarrollar los grandes elementos de riqueza del país.

De esta manera, se inauguraría una época de regeneración y de prosperidad para la República. Bajo esta misma dinámica, aprovechó para asegurar que sería ley suprema la no reelección del presidente de la República y de los gobernadores de los estados.

Don Porfirio incumplió su dicho sobre respetar la no reelección, aunque sí atendió lo referente al desarrollo nacional.

En 1910, sin hacer mención de Francisco I. Madero, se dirigió al Congreso para informar que las elecciones de Poderes Federales se habían celebrado con “regularidad en todo el país”, destacando el “excepcional” interés con el que los ciudadanos concurrieron a depositar su voto.

Sin embargo, para su informe de 1911, el general Díaz no pudo ignorar a Madero y los hechos de armas que se sucedían en diversos puntos del país. Lamentaba que los candidatos perdedores no se hubieran limitado al “legítimo ejercicio del sufragio popular”, recurriendo a la violencia. A pesar de la revuelta promovida por algunos mexicanos “lamentablemente equivocados o perversamente engañados”, el país continuaba su marcha ascendente hacia el progreso económico e intelectual.

Con la revuelta revolucionaria, la vida institucional se trastocó a tal grado que los tres presidentes que atravesaron la década revolucionaria —Madero, Victoriano Huerta y Venustiano Carranza— poco tuvieron que informar de aquello que no tuviera que ver con el estado de guerra en el país.

Esta situación empezó a revertirse con la promulgación de una nueva Constitución el 5 de febrero de 1917 que, entre otras cosas, retomaba en su artículo 69 la obligación del Ejecutivo de acudir a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso para informar por escrito sobre el estado general que guardaba la administración pública de la nación.

Tras el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón, acaecido 17 de julio de 1928, se vivían momentos sumamente complejos y el presidente Plutarco Elías Calles así lo entendió. Por consiguiente, pronunció durante su informe de 1928 uno de los discursos más memorables de la historia contemporánea de México.

La desaparición del presidente electo —decía Calles— intensificaba los problemas políticos del país y lo colocaba, como en ningún otro momento de su historia, en una situación delicada ante la falta de un caudillo; es por ello que hacía un llamado a “orientar definitivamente la política del país por rumbos de una verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez por todas, de la condición histórica de país de un hombre a la de nación de instituciones y de leyes”.

El llamado de Calles se materializó en la fundación del Partido Nacional Revolucionario, antecedente del Partido Revolucionario Institucional, que gobernaría ininterrumpidamente al país durante más de 70 años.

Conforme se fortalecía el régimen de la Revolución, la ceremonia del informe se convirtió paulatinamente en el Día del Presidente de la República.

Todo se disponía para el informe del 1 de septiembre. Los cadetes del Heroico Colegio Militar, vistiendo uniforme de gala, escoltaban al presidente en el recorrido desde el Palacio Nacional hasta la Cámara de Diputados; la clase política, empresarial y militar vestía sus mejores galas para asistir al acto; en el interior del inmueble, no había más que elogios y aplausos para las palabras del Primer Magistrado.

Afuera del recinto legislativo, contingentes de obreros, campesinos y trabajadores al servicio del Estado —a los que se les había dado el día libre— hacían valla en la ruta del recorrido presidencial; en jardines, plazas cívicas y mercados se colocaban altoparlantes a fin de que todo el pueblo se enterase del contenido del trascendental documento, además de que era televisado por cadena nacional. Todos esperaban expectantes el momento en el que se anunciaría el aumento salarial.

Al término de la ceremonia, el presidente regresaba al Palacio Nacional en medio de vítores, aplausos y confeti. El Zócalo se llenaba de gente de las diversas instituciones gubernamentales que portaban pancartas en donde se reconocía la labor realizada durante el año.

Este ceremonial llegó a su fin con la escisión de la “familia revolucionaria” y el advenimiento de la pluralidad política al país. En efecto, durante el último informe del presidente Miguel de la Madrid, en 1988, los hombres del poder veían estupefactos la forma en la que el diputado Porfirio Muñoz Ledo, del Frente Democrático Nacional, levantaba la voz para solicitar dialogar con el Primer Magistrado de la Nación. Esa fecha marcó el fin del Día del Presidente y el respeto a la investidura presidencial.

Desde entonces, interpelar al presidente durante su informe se convirtió en una práctica común.

 

Carlos Salinas: ni los veo ni los escucho

 

El diputado federal del PRD, Félix Salgado Macedonio, toma su lugar como secretario de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados y extiende debajo de sí una manta: ¡MIENTES SALINAS! María Elena Chapa, diputada federal del PRI, intenta sin éxito quitar la manta, mientras el presidente de la Cámara de Diputados, Humberto Roque Villanueva, hace esfuerzos infructuosos por controlar la agitada sesión de Congreso General.

Es el 1 de noviembre de 1994. El presidente Carlos Salinas de Gortari vive, en su último informe de gobierno, el clímax de seis años de interpelaciones de parte de los legisladores del aún joven PRD. Algunos de los interpeladores de Salinas llegaron al paso de los años a ocupar posiciones relevantes en la política o en el servicio público, pero terminaron en el sótano, acusados de corrupción, como René Bejarano y Rosario Robles.

De hecho, al igual que el iniciador de las interpelaciones de la época contemporánea, Porfirio Muñoz Ledo, Bejarano y Robles ya no están en el PRD.

Durante su primer informe de gobierno, en el Palacio de Bellas Artes, los perredistas estrenaron la frase que usarían como grito de batalla y como eslogan durante todo el resto del sexenio: “Repudio total al fraude electoral”.

Ese primero de noviembre de 1989, los diputados del PRD, Patricia Olamendi y Juan Guerra, le gritaron a Salinas ¡cínico! cuando se refirió a la intervención del Ejército en Cananea. Celia Torres, ex priista recién estrenada en el PRD, sacó una cartulina con la leyenda: “Apertura democrática”. Y no dejó de intentar interrumpir su discurso. Alfredo Priego pedía muy decentemente, con la mano levantada, la palabra, que nunca le dio el presidente de la Mesa Directiva, Guillermo Jiménez Morales.

El ahora extinguido PFCRN, que se había aliado con el FDN en las elecciones presidenciales, señala que la actitud del PRD es equivocada y se deslinda de las interpelaciones, como ahora hace Convergencia.

Para 1991 había concluido la primera mitad del sexenio y el PRD había perdido los espacios del Congreso que ganó en el 91. Incluso perdió las diputaciones federales y locales del Distrito Federal. La nueva bancada perredista en San Lázaro, comandada por Rosalbina Garavito, reedita las interpelaciones de los tres años anteriores.

El tercer informe de gobierno se lleva a cabo en el Centro Médico Siglo XXI. Los gritos son nuevamente ¡Repudio total al fraude electoral! Y ¡Mentiroso! Entre otros. Salinas anuncia un cambio en las relaciones del Estado con la Iglesia católica y se lleva la rechifla de los perredistas, que fue acallada por los aplausos de priistas, panistas e invitados especiales.

Un año después, en el cuarto informe de gobierno, el senador del PRD, Porfirio Muñoz Ledo, levanta la mano para pedir la palabra. La presidenta de la Cámara de Diputados, María de los Angeles Moreno, le responde: “las interpelaciones sólo son válidas entre pares”. La diputada del PRD, Patricia Ruiz Anchondo, permanece de pie las dos horas y media que dura el mensaje de Salinas, con una cartulina que dice: “Cuauhtémoc Cárdenas presidente”. Surgen las mantas: “Sufragio efectivo”, “Padrón confiable”.

A la salida, el diputado del PRD, que además era vicecoordinador de la bancada, René Bejarano, le grita a Salinas cuando camina por el pasillo central: ¡Cárdenas presidente! El esquema de los informes de Salinas se repitió año con año hasta llegar al 94, cuando los nuevos perredistas protestaron hasta el cansancio en contra del “fraude” cometido ese en contra de Cuauhtémoc Cárdenas para “hacer ganar” a Ernesto Zedillo.

 

La máscara de cerdo de  Marco Rascón

 

El diputado federal del PRD Marco Rascón se coloca debajo de la tribuna, donde Ernesto Zedillo lee su segundo informe de gobierno. Con toda calma, el perredista deja en el piso varios carteles enrollados y de una mochila de color café saca una máscara de cerdo muy bien hecha, con enormes orejas. En cuestión de minutos se arma la trifulca en el palacio legislativo de San Lázaro.

Es el 1 de septiembre de 1996. Diego Fernández de Cevallos, consejero nacional del PAN, brinca descompuesto por la ira del palco de invitados especiales hacia el pasillo y corre en dirección a Marco Rascón. ¡Payaso! ¡Porky! –le gritan los diputados priistas del Bronx al perredista con falsa cara de marrano.

Varios diputados del PAN detienen en los pasillos a un enfurecido Fernández de Cevallos. Lo conminan a serenarse. Víctor Flores, líder del Sindicato Ferrocarrilero, logra arrancarle a Marco Rascón la máscara y le grita amenazante: ¡No tienes madre, chinga tu madre!

Confundido, Rascón no sabe quién le quitó la careta. ¡Fue el prieto ese, yo lo conozco, es un ratero, tiene 20 coches en su casa! –lo orienta la senadora del PRD, Irma Serrano. Luego Serrano se une al diputado de su partido, Salvador Martínez Della Roca, “El Pino”, para hostigar a Víctor Flores, hasta que recuperan la máscara de Rascón.

El presidente Zedillo no deja de leer. Desde el palco de invitados especiales, el dirigente nacional del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, le exige al presidente de la Mesa Directiva, Héctor Hugo Olivares, que ponga orden.

Los informes de gobierno de Ernesto Zedillo estuvieron caracterizados más que por las interpelaciones, que las hubo, por las trifulcas entre los propios integrantes del Congreso. Marco Rascón fue protagonista principal de los actos que alteraron el orden de los informes en la primera mitad del sexenio zedillista. Como en el segundo informe. Con la máscara de marrano puesta, Marco Rascón saca uno a uno los carteles que había dejado en el suelo. “Gracias por exonerarnos; Figueroa y Madrazo”, dice uno de ellos.

El último informe, rendido el 1 de septiembre del 2000, terminó con este sexenio de contrastes y trifulcas. Un grupo de perredistas despidió al presidente con una manta que decía: “Zedillo, te vas con las manos manchadas de sangre de Acteal, El Bosque y Aguas Blancas”. Hubo quien le gritó ¡Mentiras!, cuando habló de la educación y de la salud, pero nada que hiciera variar el rumbo de esa ceremonia protocolaria, última hasta el momento, de un presidente surgido de las filas del PRI.

Para salvar la situación, y en el fondo proteger la figura presidencial, se tomaron diversas medidas, por ejemplo, dar la voz a las diversas fracciones parlamentarias para que expresaran sus puntos de vista antes del informe.

En términos formales, el 15 de agosto de 2008 se publicó en el Diario Oficial de la Federación la reforma al artículo 69 constitucional, eliminando el requisito de asistencia del Ejecutivo al inicio del periodo ordinario de sesiones del Congreso; de esta forma, hoy sólo basta que el Ejecutivo envíe por escrito su informe sobre el estado que guarda la administración pública del país.

Así Vicente Fox y Felipe Calderón optaron por entregar su informe de manera escrita ante el Congreso y en un acto paralelo dar un mensaje ante invitados especiales. Hoy parece ser que seguirá la misma tónica ante las protestas de los maestros integrantes de la CNTE y grupos opositores.

 

Mentiras o verdades de EPN

 

El Primer Informe de Gobierno de Peña Nieto estuvo marcado por la presentación de las nuevas reformas que se aplicarían en el país: La Reforma Educativa, la Reforma en Telecomunicaciones y Competencia Económica y la Reforma Financiera. También se introdujo la Cruzada Nacional contra el Hambre.

Para su Segundo Informe de Gobierno, Peña Nieto promulgó la Reforma Político-Electoral, la Reforma de Transparencia, así como la transformación del programa “Prospera”. En este año fue cuando se anunció la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.

En su Tercer Informe, ya habiendo concluido su primera mitad como mandatario, hubo dos mensajes en los que se recalcó: “compromisos cumplidos” y “entramos a esta segunda mitad con muchas ganas y más fuerza”. Este año el tema ambiental fue el más recalcado durante su discurso.

El Cuarto Informe fue famoso por su cambio de formato, pues en lugar de dar un mensaje a legisladores, gobernadores e integrantes de su gabinete, se reunió con jóvenes con los cuales hizo un diálogo interactivo. En él también implementó el uso de redes sociales, pues fue transmitido en tu totalidad a través de las redes sociales.

Su Quinto Informe viene marcado con más de un 80% de desaprobación por parte de los mexicanos. El presidente ha tenido que enfrentarse a altos niveles de inseguridad, la presencia de Trump, y el estigma que le han dejado escándalos como la famosa “casa blanca” o las acusaciones de sobornos de Emilio Lozoya por parte de Odebrecht.

AM.MX/fm

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