viernes, marzo 29, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Un lugar feliz

*Mónica Herranz

Había tenido uno de esos días nefastos, -he de haberme levantado con el pie izquierdo- pensó, tratando de buscar alguna explicación, aunque fuera supersticiosa, del mal día que había tenido.

Todo comenzó desde la mañana, ¡se había quedado sin gas!, nada de café calientito para iniciar la jornada, así que como mejor pudo se dio un baño vaquero y frío, se peinó y se alistó para salir.

Al momento de cerrar la puerta y pretender echar la llave notó que había tomado el llavero equivocado,  -¡Pffff!, habrá que ir a buscar al cerrajero, ni modo que deje el departamento todo el día sin llave-. Esto implicó obviamente llegar tarde al trabajo y la consiguiente llamada de atención por parte del jefe. -Ni una más, ¿estamos?, la próxima que llegue tarde pase directo a recursos humanos-, sentenció.

Con el ánimo ya a medio camino afrontó el resto de la jornada laboral, un montón de llamadas, pendientes interminables por aquí y por allá, subir y bajar las escaleras trescientas veces…el elevador de la oficina estaba descompuesto. Sintió ganas de llorar, pero mantuvo la serenidad. Más tarde tendría aquel tan esperado encuentro con su pareja; definirían el rumbo de la relación, habían atravesado un periodo complicado y habían acordado esa fecha para verse después de un par de semanas de no estar en contacto y no quería llegar con los ojos hinchados ni llorosos, prefería evitar las malas interpretaciones al respecto.

Llegó puntual a la cita, recorrió el lugar con la mirada, nadie familiar a la vista. Tomó asiento en la mesa que más le gustó y esperó. Pidió un café, ¡si, al fin café! desués del que no pudo tomar por la mañana y siguió esperando y esperando y esperando y esperando…Llegó finalmente un mensaje, “lo siento, no llegaré, no se aun qué es lo que quiero, te contactaré despúes”.

Ahora, francamente sin ánimo, se dirigió al aeropuerrto, tenía que viajar por motivos de trabajo. Trás casi cuatro horas, finalmente llegó a su hotel, ¡había gas, podría darse un buen baño!.

El hotel era bonito, de estilo clásico, como una hacienda, con habitaciones amplias y reconfortantes, un poco frías pero cálidas a la vez. Tomó el anhelado baño y sin más se fue a acostar, fue entonces cuando sucedió.

Estando en la cama boca arriba, observó el techo, tenía vigas de madera y frente a sí una ventana, ¡cuánto se parecía ese cuarto a aquél otro cuarto, y el olor a madera!. Cerró los ojos, se acurrucó e inevitablemente se transportó a ese lugar, su lugar favorito en el mundo, su lugar feliz. Imaginó estar allí de nuevo, evocó cada detalle,  el ropero, el mueble del espejo, el taburete y la silla, la alfombra verde, el papel tapiz…la lámpara, el balcón con bugambilias, la vista al jardin, el calefactor, la mesita de noche, las cortinas. Todo podía evocarlo claramente, lo que más,  el sentimiento de calma, de paz, de tranquilidad, de seguridad con el que esa habitación siempre le había cobijado.

Lo sabía, no era sólo el recuerdo de la habitación en sí, era el recuerdo de una época, de toda una etapa de vida, de personas maravillosas, era un recuerdo de buenos momentos, de buenos cuidados, de buenas costumbres, de nostalgia y de deseo, era su recuerdo más feliz y ahí le gustaba ir, a veces cuando los días eran malos, a veces por que si. Le hacía recordar que de tanto en tanto, el mundo es un buen lugar, amable y cálido, en el que vale la pena estar, aunque no haya gas u olvidemos las llaves, o aunque el jefe nos regañe y el otro nos plante.

Sabe que nunca volverá a ese lugar porque fue derribado, ya no existe más que en su mente, pero con eso es suficiente. El cascajo, la tierra, los restos se los llevaron el camión de volteo, el viento y el tiempo, pero el recuerdo es sólo suyo y la evocación tan íntima que sí, sin duda, cuando su mundo se rompe un poquito, cuando se tambalea, cuando hay una grieta, y a veces sólo porque si, acude a su muy privado, íntimo y particular lugar feliz.

Concilió un sueño tranquilo y plácido, verdaderamente reparador, a la mañana siguiente, de nuevo brillaba el sol.

Y usted, querido lector, ¿visita de tanto en tanto algún lugar feliz?.

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

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