viernes, abril 19, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Los cuarenta

*Mónica Herranz

Se fue a dormir expectante, al filo de cumplir los cuarenta, ante la casi inminente llegada de la famosa crisis de la mediana edad. Había escuchado que es un periodo de la vida en el que se presentan distintas tensiones que van acompañadas del deseo de escapar, de frustraciones, de reediciones de etapas anteriores, de frustración, depresión, cambios físicos y un largo etcétera ¡vaya panorama el que le esperaba! -pensó-.

 

Lidiar con ideales sociales satisfechos e insatisfechos que podrían generarle culpa o reproches, desilusión, duelos por lo no logrado, replanteamiento de metas, síntomas físicos como gastritis, quizá hasta un infarto o alopecia por estrés y mucho más. ¡Crisis, crisis, crisis!, era la palabra que rondaba en su mente.

 

Imaginó antes de irse a dormir que al día siguiente amanecería con los pechos hasta las rodillas, que su pelo frondoso y largo se tornaría canoso y reseco y tendría que ir a cortárselo, porque así lo había aprendido socialmente -las mujeres a cierta edad deben cortarse el pelo- . Su nariz se alargaría y se haría ganchuda, más de lo que ya era, y las orejas… ¡bueno, ya ni usar aretes colgantes!, sólo pequeños broqueles, los aretes colgantes corrían el riesgo de alcanzar a los pechos en las rodillas, por aquello de que van creciendo y se alargan, lo mismo para arriba que para abajo.  Es más la joyería en general debería ser más discreta, exceptuando algunas piezas reservadas para lucir de los cuarenta en adelante.

 

El maquillaje habría de ser de ahora en adelante mucho más sofisticado, debería ponerse plastas y plastas para que no se notaran las ojeras ni esas pequeñas arrugas que comenzaban a aparecer en su rostro, retocarse las cejas, resalar los pómulos, esconder lo inescondible, pero…¿de dónde iba a sacar los recursos para todo ese maquillaje y artículos nuevos que habría de incorporar a su rutina de cuidado personal a partir de ahora? -Voy a tener que ahorrar mucho- pensó, porque por ahora el maquillaje bastaría, pero que tal que más adelante ya no fuera suficiente y entonces habría que pensar en las cirugías…¿levantarse los pechos?, ¿estirarse la cara?, ¿lipoescultura?, ¿bichectomía?, ¿abdominoplastía?,  ¿respingarse la nariz? Empezó a espantársele el sueño.

 

Pensar en tanto gasto, la llevó a pensar en el trabajo, que obviamente es la fuente del ingreso, ¡¿qué pasaría si se quedara sin trabajo a partir de ahora!? . ¿Quién la contrataría ya cumplidos los cuarenta? Se sintió de pronto toda una anciana laboral y eso que aún le quedaban unas horas en los treintas (treintaynueve, pero a fin de cuentas treintas).

 

Pensando en todo esto y algo ansiosa, finalmente se quedó dormida y cuál fue su sorpresa al despertar que los pechos seguían en su lugar, el cabello seguía siendo el mismo, al igual que la nariz y las orejas. Debía alistarse para ir a trabajar, porque seguía teniendo trabajo, y tomó y disfrutó su café de la mañana como todos los días.

 

Tuvo una celebración de cumpleaños increíble, llena de cariño, sorpresas, abrazos sinceros, deseos francos de abundancia en el amor, en el trabajo y en la salud, rodeada de personas maravillosas, sin importar que estuvieran presentes físicamente o no. Y entonces se le olvidó todo lo que había pensado la noche anterior, porque se sentía plena y feliz.

 

¿Es un mito o una realidad lo de la crisis de la mediana edad? Ella aun no lo sabe, está en su primer día  y no sabe lo que vendrá. Sabe que el inicio de esta etapa ha sido maravilloso, que tiene el pelo largo y cada cosa en su lugar y no sólo los pechos o la nariz, tiene en su lugar algo mucho más importante, ¡la actitud, el deseo, las ganas y la disposición! para afrontar lo que venga, aun con juventud y ya con experiencia.

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

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