jueves, marzo 28, 2024

¡Bienvenidos a casa!

Oscar Espinoza/ 

En mi anterior colaboración semanal, hacia el final de la misma, mencionaba la sugerencia de Óscar, mi hijo, en relación con la posibilidad de que nuestro país pudiera -solo o conjuntamente con otro, como Canadá- ofrecer residencia a los talentos investigadores, científicos o intelectuales de otros países que pudieran sufrir la deportación de los EUA, como parte de las medidas que ha iniciado Donald Trump.
Ya en otras épocas de nuestra historia nos hemos visto beneficiados por la llegada de estos mexicanos adoptivos que, saliendo perseguidos de sus países, encontraron cobijo entre nosotros. Baste señalar como ejemplo a todos esos maravillosos españoles, hijos de la República, o los hermanos chilenos, en la época de las dictaduras, en el primer caso de Franco y en el segundo de Pinochet.
Decía que esta sugerencia se derivaba de pensar “fuera de la caja”, expresión que no es otra cosa que una analogía que sugiere pensar en forma diferente -no convencional, o desde una nueva perspectiva- como lo debemos hacer ahora: con nuevas respuestas a nuevas preguntas. Parece que viviremos profundos cambios que alterarán nuestra realidad y se impondrá que hagamos las cosas de manera distinta.
Ahora, en días recientes, quien ha pensado out of the box ha sido mi adorada prima, Carla Pederzini, excelente demógrafa y economista, que ha entregado su vida a la academia y a la formación de jóvenes muy destacados, entre ellos, mi hija Jimena. Hablando con ella sobre mi convicción de que el turismo es no una oportunidad, sino la oportunidad de México para las próximas décadas, comentó que, a su modo de ver, muchos de los posibles paisanos deportados a México resultan prospectos ideales para ocuparse en empleos relacionados con el sector turístico, dados sus conocimientos de inglés, la asimilación que seguramente la gran mayoría ha hecho de una cultura de trabajo, productividad y cumplimiento del deber, que pareciera más vigente en aquel lado de nuestra frontera, y su familiaridad con la forma de vida y las costumbres de los norteamericanos, que resultan ser nuestros clientes principales en el turismo.
Obviamente, surge la obligada pregunta acerca de las posibilidades reales que podrían existir en este sector, de manera que pueda ser una opción no sólo para ocupar la mano de obra que se oferta por el crecimiento natural de nuestra población, sino además por la que surgiría como resultado de la expulsión de mexicanos de los EU. Concretamente, es obligado cuestionarnos si el turismo podrá ofrecer suficientes oportunidades.
Ciertamente habrá limitaciones, pero si en algún sector se puede escuchar un “¡Gracias, Trump!” o “¡Gracias, dólar!” es en el del turismo, que se ha visto doblemente beneficiado por toda esta situación. Por una parte, el turismo a otros países se verá disminuido por el aumento del precio del dólar y, en el caso particular de los Estados Unidos de América, no dudo que también por temor al mal ambiente que se ha creado hacia los mexicanos. De manera que, si como suelen decir los chavos, los prestadores de servicios “se ponen las pilas”, podrán captar a buena parte de esos viajeros. Mucho habrá de servir el extraordinario esfuerzo que Enrique de la Madrid ha venido haciendo, a través de Maru González O’Farril, para impulsar el programa Viajemos Todos por México. Obviamente no se hizo pensando en esta situación, pero resulta, como suele decirse, “que ni mandado a hacer”.
Creo que el Consejo de Promoción Turística de México (CPTM), en cuya dirección se encuentra Lourdes Berho, quien de promoción turística sabe todo, deberá reevaluar su estrategia con respecto al mercado turístico doméstico (el cual, por cierto, aporta más del 85% del PIB turístico), para aprovechar esta extraordinaria oportunidad. Lo mismo que le escuchamos decir a Carlos Slim acerca de que esta hora de México es la hora del mercado interno, recién se lo escuche a Daniel Chávez, presidente del Grupo Vidanta, quien ya se prepara con todo para captar a mexicanos de ambos lados de la línea fronteriza y ofrecerles un producto no sólo igual al que consiguen en otros países, sino mucho mejor que aquel (y más accesible en precio).
Pensando más a fondo acerca de todo esto, creo que es hora de que los gobiernos, federal, estatales y municipales, conjuntamente con la iniciativa privada, pongan en marcha una estrategia integral que ofrezca oportunidades para adquirir viviendas, obtener empleos y posibilidades de educación y salud para los migrantes repatriados y sus familias. A mi modo de ver, se pueden coordinar esfuerzos, grupo por grupo, de hoteleros, restauranteros, organizadores de excursiones y otros prestadores de servicios, para recibir a nuestros hermanos y beneficiarnos todos de su llegada.
Un programa en el que también el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem) pueda ofrecer apoyos y opciones para que algunos de ellos puedan emprender negocios en el sector turístico, el cual, si de verdad quiere desarrollar producto, tiene que promover la oferta de más servicios y atractivos. Recuerdo aquellos tiempos en que tuve el honor de dirigir Nacional Financiera, donde promovimos con gran éxito la colocación de la tarjeta IMPULSO entre empresas micro y pequeñas que, sin haber accedido nunca antes al crédito o a la capacitación o innovación tecnológica, lo podían hacer por la vía de organizaciones públicas y privadas pertenecientes al sistema de dicha tarjeta. A lo mejor no hay que inventar el hilo negro y desempolvar ese tipo de ideas y herramientas, pero dirigirlas al sector turístico, que es, como lo he dicho anteriormente, la única exportación a prueba de muros.
Digamos que me estoy imaginando una nueva versión del Programa Paisano (un Upgrade, dirían los turisteros), que tan bien funciona en lo que ahora hace y que ya tiene todo disponible para operar inmediatamente. No hay tiempo que perder para expresar a aquellos mexicanos ejemplares que tuvieron el gran valor y coraje de lanzarse a lo desconocido para luchar por su familia: ¡Bienvenidos a casa!

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